Salvador Sostres escribe este 23 de septiembre de 2014 una columna en El Mundo titulada ‘Las categorías fuertes’ y que empieza así:
La fuerza, y especialmente la fuerza de las armas, me parece un argumento razonable para justificar el estado de las cosas. De hecho, me parece el argumento más razonable y todos somos hijos de guerras ganadas o perdidas. El catalanismo político dice que Cataluña es España por la fuerza de las armas. ¿De qué otra manera, darling, crees que se formaron los demás estados?
Continúa:
El auténtico debate de estos días no es entre independencia o unionismo, ni entre Cataluña o España, ni entre Escocia o el Reino Unido. El debate es entre las categorías fuertes y ese vivir liviano. El auténtico debate es entre las ideas y el relativismo, entre lo que es fácil y lo que es correcto.
El independentismo de Mas-suponiendo que exista- es una frivolidad. Jamás lo ha llevado en su programa, y en todo este tiempo no ha pronunciado ni una sola vez la palabra independencia, como no haya sido para desmarcarse de ella.
Sigue:
España es una categoría fuerte, basada en la fuerza como todo y todos los que no quieren desaparecer, y por ello Israel sabe que si perdiera otra guerra sería la última. Cataluña pretende que España renuncie a su categoría, a su fuerza y a su fortaleza en nombre de una flatulenta retórica de vendepeines aficionados, pues saltarse las leyes nada tiene que ver con la democracia, ni mucho menos votar lo que a cada momento a uno le venga en gana.
Razona:
Los que le reclaman al presidente Rajoy una solución política parecen no darse cuenta de que está ganando esta batalla con política y con política solamente; y que ésta es su solución, naturalmente política.
Sin alardear, como le exige el coro de las histéricas, pero sin comportarse como si España hubiera perdido la guerra, que es lo que le sugieren los relativistas en su cobardía extrema.
Finaliza:
Si Cataluña quiere algo, que gane. Ganar es la primera condición de la libertad. Y esta vez, Mas no está perdiendo por la inferioridad de sus ejércitos, sino por su ineptitud política: no hay excusa. Eres nación si ganas y si pierdes eres una tribu. Ganar no es de mala educación, como creen los débiles mentales. Lo grotesco es que haya perdedores correteando en el cóctel de los generales.
