Este 1 de octubre de 2014, escribe Jaime González en ABC una columna titulada ‘Metáforas de paraíso‘ en la que arranca diciendo:
Que a Jordi Pujol lo hayan bajado de su pedestal por las malas solo se explica por el hecho de que hace trece años lo subieran por las buenas. Y aunque el grosero procedimiento empleado para su derribo merezca un severo reproche, las razones políticas por las que en su día lo encumbraron y fundieron en bronce se justifican mucho menos que ese empujón nocturno que ha terminado con sus huesos en tierra.
Añade que:
Toda la simbología del nacionalismo es un monumental ejercicio de autocomplacencia. Tanta jactancia no se compadece con la realidad de un territorio cuya inmensa potencialidad se ha visto gravemente mermada por la actuación de unos gobernantes que e han hecho del pueblo catalán un gigantesco escudo humano para convertirlo en rehén de su particular estrategia.
Y concluye que:
¿Qué fue de aquella Cataluña abierta y seductora que era la luz precursora de una España en blanco y negro? La han fundido, me temo.
