Este viernes día 10 de octubre de 2014, Cristina López Schlichting publica un artículo en el diario La Razón, bajo título ‘No ha sido Teresa Romero‘, que arranca diciendo:
En este día triste, la pregunta no es si Teresa Romero hizo algo mal, sino por qué falló el sistema de control de su posible error. Me dicen los médicos que quitarse y ponerse el traje de seguridad sanitaria es difícil. ¿Por qué nadie supervisó los movimientos de la auxiliar? Nadie vigiló si se tocaba o no la cara, cuando el virus se transmite muy principalmente al entrar los fluidos del enfermo en contacto con la mucosa de ojos, nariz o boca ajenas.
Prosigue:
De haber vomitado Teresa en la ambulancia, por ejemplo, podríamos haber tenido dos contagios más. Me dice David Heymann, el descubridor del ébola, que es un virus de difícil transmisión. No se «pega» por el aire -como la gripe-, exige que la saliva, heces o vómitos del enfermo entren en el organismo por los orificios corporales o a través de una herida en la piel.
Finaliza:
Aquí hay una responsabilidad de salud pública. La cadena de mando fue laxa, la tutela de los protagonistas, insuficiente, Sin gritos, sin escándalos políticos, es inevitable pedir una investigación, identificación de responsabilidades de gestión y consecuencias políticas. Dimisiones, vamos.
