Este 16 de octubre de 2014 escribe Cristina Losada en Libertad Digital una columna titulada ‘Rufufú en la Plaza de San Jaime’ que arranca diciendo:
Viendo lo de Mas, dijo Centella el de Izquierda Plural que creía estar en la Calle de las Sierpes, donde se ponen los trileros con el juego de la bolita. No digo yo que no a la referencia sevillana, pero a mí lo de Mas del otro día, cuando anunció una consulta alternativa a la consulta, me trajo a la mente, y eso debo agradecérselo, la escena más desternillante que he visto nunca en el cine, que es la secuencia final de la comedia italiana Rufufú.
Y añade que:
En nuestra doméstica farsa está visto que ni la impúdica exhibición de la estafa conduce al instante revelador que trae el choque con la realidad. De donde no hay no se puede sacar, así que de Mas no podía esperarse que saliera con el letrero de «Fin»: fin del esperpento y fin propio.
Y concluye que:
No hablo de los propagandistas, dispuestos a vender como una jugada maestra un golpe fallido. A ellos les va como quien dice en el sueldo. Pero he ahí, por ejemplo, el comentario común de que esa consulta alternativa ya no tiene, vaya por Dios, garantías democráticas ni legales. ¡Como si las hubiera tenido la que convocó por decreto! Como si las garantías democráticas y legales salieran de la pluma Inoxcrom de Artur Mas y punto. En fin, cada día que pasa más me convenzo: si el dislate prospera es gracias a una conjura de los necios.
