Acertar en el diagnóstico no supone acertar también en la terapia

El coro (Podemos) y el solista (Pablo Iglesias)

Pablo Iglesias, principal beneficiario de la mala conciencia de la «casta» (ese es el motor de Podemos), no quiere cometer los mismos errores que los de la Comuna de París, el revolucionario ejército de Pancho Villa o los milicianos que defendían Madrid de aquella manera antes de que el general Miaja pusiera un poco de orden en aquel sangriento otoño de 1936.

Con la cabeza amueblada de retórica marxista en la era de Internet, el famoso tertuliano ha descubierto que el «asalto a los cielos», o sea, a La Moncloa, será imposible sin encontrar antes la forma de ser operativos.

Es la apuesta por el liderazgo único con equipo propio de Iglesias («Claro que podemos»), frente al liderazgo compartido que defiende Echenique («Sumando podemos»).

Pasa también por ser menos asamblearios y más eficaces, si se trata de ganar las próximas elecciones generales. El riesgo es que el coro se acabe comiendo al solista.

Así van las cosas tras el fin de semana en el Palacio Vistalegre de Madrid, donde Iglesias predicó ante las 7.000 personas que dieron el pistoletazo de salida (pistoletazo coral, se entiende) para una especie de congreso fundacional en régimen de asamblea abierta hasta mediados de noviembre.

Este proceso de debate interno pretende superar la imagen de izquierda mochilera de Podemos y labrarse la de un partido político con vocación de centralidad que quiere desembarcar en las instituciones con ánimo de hacer limpieza a fondo.

Es razonable. Pero el seguimiento de lo visto y oído el pasado fin de semana en Vistalegre deja un mar de dudas. Los juegos de palabras –el fogonazo verbal es como su segundo idioma– sirven para decir una cosa y la contraria.

No se puede hablar de colonizar el centro político desde una confesada aversión al pacto, mientras al tiempo se declara barra libre a posturas diferentes sin «líneas rojas». Difícil acomodo mental tienen esos mensajes cuando vienen cosidos al de la eficacia como elemento sine qua non en el asalto al poder.

«Nos temen porque somos eficaces», dice Iglesias, pero hasta ahora Podemos solo es temido por la inesperada facturación electoral que le ha producido el desprestigio de las tres fuerzas en las que se ha venido apoyando el régimen de 1978.

A saber: PP, PSOE y CiU. Pero acertar en el diagnóstico no supone acertar también en la terapia. Y es verdad que el tránsito de la protesta a la propuesta está dejando muchas dudas.

De momento parece que está importando más el quién manda que el para qué se manda.

Conoceremos el resultado de las primeras votaciones (la votación está abierta a o largo de esta semana) el lunes día 27. Y a lo mejor empezamos a entenderlo, más allá de la espesura verbal, en la que se alterna el efectismo de las frases redondas con los lugares comunes.

Como lo del «macho alfa» en el que no se reconoce el militante Iglesias. O lo de conquistar el cielo «por asalto, no por consenso».

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