Este sábado 25 octubre 2014 Pedro G. Cuartango titula La verdad del impostor sus Vidas paralelas en El Mundo dedicadas al Pequeño Nicolás vs Frédéric Bourdin.
Todos hemos soñado alguna vez con ser quien no somos. Y en eso consiste el verdadero ego del impostor: en ser otro. Para él, suplantar la identidad ajena es una manera de encontrarse consigo mismo. Tal vez la única. Por eso, el impostor sólo puede ser feliz cuando renuncia a su propio yo y se encarna en el otro. Cuando lo logra, se transforma en un ser auténtico. De aquí que la impostura es casi siempre una forma de verdad. Seguramente no hay nada más verdadero que la mentira de un impostor.
Añade:
Fréderic Bourdin, nacido en París hace 40 años, suplantó centenares de personalidades hasta que fue detenido y juzgado. Tras un proceso de rehabilitación, volvió a recuperar su nombre de nacimiento, encontró trabajo, se casó y tuvo hijos. ¿Logró por fin el equilibrio que buscaba? Él mismo respondió a esta pregunta formulada por un periodista, que le interrogó sobre si se había reconciliado con su propia identidad. «No, yo no soy éste. Soy aquel», aseveró.
Y concluye:
El impostor sólo puede realizarse mediante la suplantación, ya que la duplicidad es su verdadera naturaleza por mucho que la sociedad vea en ello un engaño e incluso un delito. Por eso, son incapaces de comprender lo fundamental quienes consideran a Nicolás Gómez Iglesias, el pequeño Nicolás, como un farsante o un personaje sin escrúpulos que sólo persigue el lucro o disfruta burlándose de los demás. No, el pequeño Nicolás como Bourdin es verdadero en su mentira, porque es quien siempre ha querido ser y lo único que puede ser: un simulador que sólo se siente vivo cuando finge ser lo que no es. Y no es un juego de palabras.
