Cayetano Gonzalez

Un hedor insoportable.

Es un día sí y otro también. Es ver la primera página de los periódicos de papel o leerlos en Internet y toparse constantemente con casos de corrupción ligados a la clase política, de un color y de otro. Cada cual más escandaloso, cada cual más cuantioso en la cantidad robada, cada cual más vergonzoso. Y el problema es que esto no tiene pinta de acabar. Está aflorando a la superficie mucha porquería acumulada durante bastantes años, pero la pregunta es: ¿cuánta queda por salir? Este lunes, la Audiencia Nacional, en colaboración con la Fiscalía Anticorrupción y la Guardia Civil ha llevado a cabo una redada, bautizada como «operación Púnica», contra una trama de corrupción municipal y autonómica que de momento se ha saldado con la detención de 51 personas -entre ellas el que fuera Vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados y el Presidente de la Diputación Provincial de León, Marcos Martínez Barazón- y con 259 registros en Madrid, Murcia, León y Valencia. La gente está literalmente hasta el moño al ver este indecente «espectáculo» de unos dirigentes políticos, insisto que de todos los colores, forrándose personalmente mientras que al ciudadano de a pie le asan a impuestos, el paro sigue en unas cotas inasumibles y hay muchas familias donde ningún miembro de la misma tiene trabajo y por lo tanto no entra un euro en casa. El hedor que desprende la corrupción apesta y es insoportable, llámese Pujol, Bárcenas, ERES de Andalucía, Gürtel, tarjetas black de Caja Madrid, Fernández Villa de Soma UGT, o como se llame.

El enfado y la indignación ciudadana aumentan cuando se comprueba que quienes deberían poner fin a esta situación hacen muy poco por arreglarla. Las medidas de regeneración democrática, de lucha contra la corrupción que periódicamente anuncian tanto el PP como el PSOE acaban quedando en agua de borrajas. Marean y marean la perdiz dando pie a que la gente se haga el siguiente razonamiento: ¿cómo van a arreglar este grave problema quienes son parte del mismo y no su solución? ¿Quiere esto decir que todos los políticos son unos corruptos? Evidentemente no; hay mucha gente honrada que se dedica a la cosa pública y que no gana un euro con ello, pero cada caso de corrupción es como una paletada de ciénaga que se arroja sobre ellos. No hace falta tener un gran olfato político para saber que se está jugando con fuego; que se está llegando a una situación límite. Que o la democracia acaba con la corrupción o esta puede acabar con aquella. Mientras tanto, los ciudadanos buscan un signo de esperanza en aquellas nuevas formaciones políticas que prometen acabar con la «casta». Se les podrá tildar a los de Podemos de populistas, de demagógicos, de todo lo que se quiera; pero habrá que reconocer que los gobernantes actuales, los anteriores y los dos partidos tradicionales, PP y PSOE, se lo están poniendo literalmente a huevo.

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