Este 11 de noviembre de 2014 escribe Enric Sopena en El Plural una columna titulada ‘Mas, como Juan Palomo: yo me lo guiso, yo me lo como‘ en la que arranca diciendo:
Mas se ha visto obligado a capitanear el simulacro, estilo repúblicas bananeras o los referéndums de Franco, con Fraga contando votos a la medida del dictador. Pretende, pues, Artur Mas sacar así pecho. Conviene no olvidar que Oriol Junqueras está a la espera de que el líder de Convergència saque bandera blanca -ni la senyera ni la estelada- y tenga que abandonar el cargo. Las encuestas, a día de hoy, continúan favoreciendo a ERC y castigando a CDC.
Y añade que:
Por lo demás, habría que exigir urgentemente a Mas y a su Gobierno que difundieran con exactitud cuántos millones de euros les están costando a los catalanes de a pie esta monumental movida del independentismo. La trasparencia de CDC es similar a la del PP de Rajoy. Es inexistente. La presencia en la cola de los que iban, patéticos, junto al fundador de CDC, Jordi Pujol y su mujer, Marta Ferrusola, es la mejor radiografía de cómo está ahora CDC. Se encuentra, guste o no, en el duro proceso de un probable hundimiento.
Y concluye que:
Y es que ahí estaba, ejerciendo de pirómano, el jefe de la derecha española, que abrió un juego peligroso, el de cargarse el nuevo Estatut. Aun aprobado en todas las fases políticas y jurídicas, el Tribunal Constitucional tocado por el PP lo hizo tarde y mal. Quien más trabajó para fabricar independentistas se llama Mariano Rajoy Brey. El mismo que ahora amenaza al decir que siendo él presidente «nadie romperá la unidad de España». Eso es una bomba de relojería. Y así estamos, con un Rajoy que dice y no hace y un Artur Mas que quiere seguir en el machito.