Los dos principales partidos del arco parlamentario, cercados por los escándalos y en caída libre en las encuestas, no pueden afrontar la regeneración democrática que exige la ciudadanía. Alojados en sus privilegios cualquier intento, bienintencionado por su parte, de luchar contra la corrupción que han amparado , en compañía de otros, colisiona con los intereses de sus cúpulas y acaba convertido en un apaño.
Prueba de ello es lo ocurrido con el pacto para «controlar» los viajes de los parlamentarios tras el escándalo, todavía no aclarado, de los viajes de Monago a Canarias. ¡No era eso, no era eso!, la transparencia que se reclama. No se trata de que se hagan públicos unos viajes anónimos, sin destino especificado ni motivos. Los votantes quieren saber, como pueden hacer los británicos, en qué se gastan los fondos públicos sus representantes en el Parlamento. Entre otras cosas porque se ha descubierto, no sólo el desmadre de viajes privados, sino la trampa de cargar a las Cámaras los viajes de partido. Ese ahorro sustancial en sus finanzas es a lo que no quieren renunciar. Por eso apelan a la «discreción», a la honorabilidad de diputados y senadores. Como si el control del gasto público o la transparencia estuviera reñida con la presunción de inocencia. Dejar en manos de los grupos parlamentarios el control definitivo de los viajes, con nombres y apellidos es poner a la zorra al cuidado del gallinero. Lo saben, y lo sabemos también los ciudadanos. Este apaño no sirve. Es un nuevo intento de taparse las vergüenzas, de engañar. No son conscientes o no quieren darse cuenta, menospreciando los alarmantes datos que trasladan las encuestas de opinión, del estado de ánimo de los españoles hartos de que se les consideré menores de edad. Sólo así se explica la artimaña, otra más, puesta en práctica por el PP de Madrid, donde esperanza Aguirre, reconvertida en paladín de la honestidad ficticia, no sólo amañó los seudo exámenes a las alcaldías, también recolocó al día siguiente a un expulsado de la ejecutiva nacional del PP, por su implicación en las tarjetas negras de Caja Madrid. Génova le dio de baja en la Seguridad Social y Aguirre le dio de alta veinticuatro horas después. Eso es lo que considera el PP que es una lucha ejemplar contra la corrupción…. Precisamente ahora, sin pactos espurios, es cuando Pedro Sánchez, tan loablemente empecinado en sacar de su laberinto a Artur Más y Mariano Rajoy, debería volcarse en propuestas de regeneración de la vida pública. El crecimiento imparable de las siglas de Pablo Iglesias que ofrece aires nuevos demuestra el hartazgo de unos votantes que contemplan estupefactos como ante cualquier escándalo, por grave que este sea, sólo se ponen paños calientes o se espera que amaine el temporal. Si se demuestra que no pueden, otros vendrán que si podrán. El relevo generacional no es suficiente. Hace falta un golpe de timón y urgente.