Este 26 de noviembre de 2014 escribe Rosa María Artal en El Diario una columna titulada ‘El Parlamento en los platós de televisión‘ en la que arranca diciendo:
Los programas de opinión se han enseñoreado de la programación audiovisual. De la mañana a la noche, todos los días de todas las semanas y todos los meses. Se diría –se ha dicho– que han sustituido de alguna manera al Parlamento en discusiones básicas, dado que la apisonadora del PP lo ha convertido en un órgano inútil en la práctica. Hace tiempo que, de hecho, lo es legislando por medio de decretos-ley y al imperar, además, la disciplina de voto.
Y añade que:
Es evidente que en algunos casos son las propias formaciones quienes designan a sus representantes, lo que choca con lo que debe ser un programa destinado a informar. Luego están los periodistas afines al PP –cuyos postulados defienden la mayoría de ellos, como lo haría cualquier empleado del partido– y los considerados progresistas, en los que se aprecia recientemente una mayor variedad. Con notable presencia de socialistas, por ese flanco se ha roto el bipartidismo y hay más voces. También se han habilitado sillas para miembros de la extrema derecha mediática y desprestigiados esperpentos que viven una renacida edad de oro que nunca soñaron volver a repetir.
Y concluye que:
Pero si a estas alturas de la historia queda alguien en este país que no haya oído preguntar y responder a Pablo Iglesias sobre la renta básica y lo que cuesta, la derecha o la izquierda, o su relación con el nudo geoestratégico mundial que para el periodismo conservador español se ubica en un país de América del Sur llamado Venezuela, es que ha estado en coma. Profundo.