Isaias Lafuente

El reincidente Rodríguez.

Javier Rodríguez es el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Aquel que, tras el contagio por ébola de la auxiliar Teresa Rodríguez, se paseó por los medios de comunicación para sembrar dudas sobre la paciente. Dijo de ella que quizás les hubiera mentido sobre su cuadro clínico y que posiblemente su escasa cualificación profesional habría sido la causa del contagio al no saber colocarse el traje de protección, algo que, en su opinión, no requiere un máster. Rodríguez es también el inefable personaje que cuando le preguntaban por su posible dimisión respondía que era asunto que no le preocupaba, porque él «había llegado ya comido a la política».

Tuvo que pedir perdón por indicación de su presidente, Ignacio González. Lo hizo a rastras, poco convencido, por lo que se vio y por lo que se ve. Hoy ha respondido a las críticas que ha hecho Teresa Romero por su gestión de la crisis del ébola arguyendo que si lo hubiera hecho tan mal «ella hoy no estaría viva». Rodríguez, el perdonavidas, no sólo patrimonializa el trabajo de los sanitarios que son los que verdaderamente, con su buen hacer, han contribuido a la mejora de su compañera, sino que demuestra no tener ni idea de cómo funcionan las cosas en la medicina, una profesión en la que muchas veces, aún con los mejores esfuerzos, no se consigue salvar una vida y, por el contrario, pacientes fuertes sobreviven aun cuando el tratamiento no haya sido el más adecuado.

Pero esto no es lo peor. Lo más grave es la indecencia de este personaje capaz de llegar a lo más bajo con tal de lavar su imagen. O de vengarse. González le perdonó una vez, pero no puede hacerlo una segunda. Le mandó callar y ha hecho caso omiso. Su reincidencia demuestra una soberbia crónica incompatible con un servidor público. Y en su caso la enfermedad parece no tener tratamiento.

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