Cayetano Gonzalez

La gran coalición.

Si el Presidente del Gobierno -que es el único que por mandato constitucional puede hacerlo- no tiene a bien adelantar las elecciones generales, estas se celebrarán dentro de un año. Doce meses es mucho tiempo, y más en la convulsa situación que vive nuestro País, donde prácticamente cada día nos desayunamos con un nuevo caso de corrupción; o donde el desafío separatista de Mas y ERC recorrerá nuevas etapas, muy probablemente en forma de elecciones autonómicas en la próxima primavera; o donde la tan cacareada por parte del Gobierno recuperación económica no acaba de ser percibida así por la mayoría de los ciudadanos.

Pero aunque quede un año para las citadas elecciones generales, en las últimas semanas se está hablando y mucho de la posibilidad de tener que hacer tras ellas una gran coalición entre el PP y el PSOE que impidiera el acceso al poder de Podemos. Las encuestas publicadas en estas semanas -las últimas este pasado fin de semana- sitúan al nuevo partido liderado por Pablo Iglesias en una intención de voto del 25%, lo cual para una formación política que no tiene ni un año de vida es una auténtica barbaridad. En algunos de esos estudios demoscópicos le dan al PSOE la primera posición y al PP una caída espectacular en intención de voto: hasta veinticuatro puntos si se compara con lo que sacó en las generales del 2011. En otras es el PP la primera fuerza política pero con muy poca diferencia respecto al PSOE o Podemos.

Sea como fuere, lo que parece claro es que, con la fuerte irrupción de Podemos, el bipartidismo clásico PP-PSOE que ha venido funcionando con éxito desde la transición política -en el caso del PP, antes fue la UCD o AP- ha saltado por los aires. Ningún partido va a tener en las próximas elecciones una mayoría absoluta y por lo tanto ninguno de los tres sin tenerla ni estar cerca de ella, podrá formar gobierno en solitario. Es en ese escenario, donde en los «centros de poder» se ha empezado a cocinar desde hace ya algún tiempo la necesidad de que los dos grandes partidos tradicionales pacten y gobiernen en coalición a partir de noviembre del próximo año.

Una gran coalición que sería bien vista allende de nuestras fronteras, en la Unión Europea, en Washington, en los centros de decisión económicos que no quieren ver gobernando en España a una formación política como Podemos, cuyo modelo político -por mucho que ahora empiecen a ocultarlo o matizarlo- está más cerca de la Venezuela de Chaves-Maduro o de la Cuba de Castro que de otra cosa. Y también sería bien vista en nuestro País, por ejemplo, por los grandes empresarios o por todos aquellos agentes económicos y sociales que desconfían y mucho de las recetas económicas del partido de Pablo Iglesias. Las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes de mayo marcarán y mucho lo que pueda pasar en y después de esas elecciones generales.

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