Las encuestas avizoran el triunfo de la izquierda

España parece abocada a un giro copernicano

Los datos que ofrecen los estudios demoscópicos más serios apuntan que el PP va a ser el partido que sufrirá la mayor pérdida de votos

España parece abocada a un giro copernicano
Líder, jefe, ejecutivo, empresa, política, campaña y políticos. PD

El tiempo vuela. La primavera municipal está a la vuelta de la esquina y con la sola excepción del PP que bajo la mirada egipcia de Mariano Rajoy se toma las cosas con calma, los demás partidos están perfilando estrategias y candidatos de cara a una cita electoral que se anuncia decisiva en orden a un nuevo reparto del poder.

El «efecto Podemos» no es el único factor capaz de trastocar el rutinario lote de ayuntamientos y presidencias autonómicas a repartir entre PP, PSOE y los nacionalistas vascos y catalanes.

Todo indica que en los próximos comicios perderán pie los partidos que a favor de una Ley Electoral falta de equidad y promotora de grandes asimetrías en el reparto de escaños parlamentarios, se han turnado en el poder a lo largo de los últimos treinta años.

Tradicionalmente, alrededor del 25% de los ciudadanos con derecho a votar optaban por la abstención.

«Pasaban» de la política y de los políticos. Las encuestas dicen que esa tendencia podría cambiar. Hay más gente dispuesta a votar.

Se puede inferir hacia dónde irán a parar esos votos. Otro tanto podría suceder con los de los nuevos votantes. Los jóvenes que cumplirán 18 años el año que viene. Por naturaleza, el voto joven suele ser crítico con el sistema.

Más en estos tiempos en los que el rechazo a la corrupción es transversal y se ha convertido en el eje del discurso opositor de la nueva izquierda española que se aglutina en torno a Podemos.

Los datos que ofrecen los estudios demoscópicos más serios apuntan que el PP va a ser el partido que sufrirá la mayor pérdida de votos.

Va a sufrir el desgaste propio del ejercicio del poder con el añadido de la desafección de una parte de sus votantes tradicionales asqueados -como la mayoría de los ciudadanos- por los casos de corrupción y la sensación, muy extendida, de falta de decisión a la hora de combatirla.

También el PSOE lo tiene difícil. Porque el escaparate de Andalucía, comunidad en la que gobiernan, no está limpio de casos de corrupción y porque la reciente renovación de su cúpula directiva con Pedro Sánchez a la cabeza todavía no tiene el reconocimiento público que apareja la veteranía.

Así las cosas y a reserva de que Artur Mas convoque elecciones en Cataluña a finales de febrero o principios de marzo con el mantra de la independencia por bandera, el mapa político del conjunto del Estado parece llamado a un cambio copernicano.

Por la suma de las expectativas de voto que los sondeos otorgan al PSOE, a IU y a Podemos, las encuestas avizoran el triunfo de la izquierda con la consecuente pérdida de la hegemonía de la que ahora disfruta el Partido Popular.

Con esto no quiero decir que vaya a desaparecer como interlocutor para forjar posibles pactos en materias que afectan a la estabilidad del Estado.

No debería. En el pasado, la lectura precipitada del resultado de unas elecciones municipales cambió la Historia de España. Y todo se precipitó.

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