Esther Esteban

Nacer o ser grande

Infanta o grande de España se es por nacimiento, pero no significa que se tenga una grandeza acorde al grado y condición. Que conste que yo no tengo nada especialmente en contra de la Infanta Cristina, ni soy de las que aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid para darle un mandoble a la Monarquía, aunque me es muy difícil de aceptar que por el hecho de nacer ya se tengan privilegios que no te ganas. El asunto es que el juez José Castro ha sentado en el banquillo de los acusados al infanta Cristina por un delito fiscal, recurriendo al célebre eslogan de que «Hacienda somos todos» aunque ¡claro! algunos lo seamos más que otros. Lo que dice el juez es que en este asunto no es de aplicación la doctrina Botín, que es a la que apelaban los abogados del infanta, y en contra de lo establecido por el Tribunal Supremo en el caso de las cesiones de crédito, considera que la acusación popular, representada por manos Limpias, dispone de plena legitimidad para acusar a Cristina de Borbón por fraude fiscal.

El juez tiene para todos, recuerda al fiscal Horrach, quién denunciaba indefensión de la Infanta, que ninguna imputación ha sido tan profusamente fundamentada como esta, cosa que es cierta, y manda un recadito a la Fiscalía y a la Abogacía del Estado. Es plenamente consciente de que el hecho de que una Infanta de España se vaya a sentar, definitivamente, en el banquillo es un hecho histórico, que nunca jamás un miembro de la familia del Rey se había visto en una situación similar y también es el primer caso de corrupción que afecta directamente a la institución monárquica, por lo que ha argumentado hasta la saciedad su decisión.

El hecho en sí es grave y las acusaciones también pero «afortunadamente vivimos en un estado de derecho y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos» y eso no lo digo yo, lo dijo el padre de la Infanta, el rey don Juan Carlos en su discurso navideño del 2011, palabras que ahora más que nunca, conviene no olvidar. Ya veremos si finalmente Cristina es o no condenada pero se puede enfrentar, de ser declarada culpable a una pena que podría llegar hasta los cuatro años de cárcel, lo cual no es moco de pavo.

Sin entrar en los argumentos jurídicos que la sitúan como «cooperadora necesaria» de los delitos fiscales de su marido, lo cierto es que ha llegado el momento de demostrar si es o no grande y si su sentido de Estado está por encima de sus problemas individuales. A nadie se le escapa que el hecho de que la Infanta no haya renunciado sus derechos en la línea sucesoria, cosa absolutamente voluntaria, es un feo hacia su hermano, el rey Felipe VI que se enfrentará a su primer discurso de Nochebuena con este asunto sobre la mesa. Claro que este tema está fuera del ámbito de la decisión del monarca, pero si él y la reina Letizia están haciendo verdaderos esfuerzos por dar transparencia a la Institución, su hermana no debería ser menos y seguir su ejemplo.

Renunciando, definitivamente, a sus derechos sucesorios no solucionaría sus problemas judiciales, pero al menos sería un gesto de grandeza hacia la institución, gracias a la cual ha tenido una serie de privilegios desde su nacimiento. Nacer grande no significa serlo y la infanta Cristina lo demuestra con su empecinamiento en este tema. ¡Vivir para ver¡.

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