Julia Navarro

«Grecia».

Me parecen indecentes todas esas voces que desde los centros de poder de la Unión Europea quieren asustar a los griegos, y de paso al resto de los ciudadanos comunitarios, ante la posibilidad de que Syriza gane las elecciones en Grecia. Que la canciller alemana, Angela Merkel, se permita amenazar a los griegos con expulsarles del euro si gana Syriza es una intromisión descarada y deleznable en los asuntos internos de un país democrático.

Lo más nauseabundo es que quienes se dedican a anunciar grandes catástrofes para Grecia si gana Syriza son los mismos que durante esos años han impuesto a los ciudadanos griegos unas medidas económicas que han provocado una miseria sin precedentes en el país. Sí, son los mismos a los que no les tiembla la voz para pedir que se rebajen aún más las pensiones y suban los precios de los medicamentos. Los mismos que no se inmutan ante los más de tres millones de griegos que viven en la miseria absoluta, que carecen de calefacción, agua caliente y comida que llevarse a la boca. Los mismos para los que los miles de niños griegos que pasan hambre son solo números de estadística.

Alexis Tsipras, el líder de Syriza no es ningún loco que proponga nada que no sea razonable. Invertir mil trescientos millones de euros para sacar a su país de la situación de emergencia humanitaria que padece no es ninguna propuesta descabellada. Como no lo es abogar por otro modelo de Unión Europea en que la economía esté al servicio de los ciudadanos.

Si la UE quiere sobrevivir tendrá que hacer examen de conciencia y admitir que las recetas que viene imponiendo para hacer frente a la crisis han dejado maltrecho el Estado del bienestar en distintos países europeos, y ha empobrecido a millones de ciudadanos.

Hoy en la UE los ciudadanos hemos sufrido una merma de derechos sociales porque tanto el «gobierno» comunitario como Alemania han impuesto sus recetas.

Yo no tengo ningún sentido conspirativo de la Historia, pero resulta curioso que de esta crisis salgamos con menos Estado del bienestar y con los «voceros» del neoliberalismo clamando a los cuatro vientos que ya ningún país se puede permitir tener servicios sociales como los ha tenido en el pasado.

Si yo fuera griega no lo dudaría, votaría a Syriza, porque es el único partido capaz de abrir una puerta a la esperanza, de plantar cara a quienes desde Bruselas vienen imponiendo políticas que provocan miseria y sufrimiento y que han dejado maltrecha a Grecia y a otros países comunitarios.

Y sí, me parecen unos miserables todos aquellos que ondean las banderas del miedo anunciando males terribles si gana Syriza.

Saben, me parece que cada día que pasa es más urgente combatir el pensamiento único, ese que se asienta en el mantra de que fuera de las recetas de extrema austeridad no hay salvación, y que los países de la Unión seamos simples satélites de Alemania. Todo esto no tiene nada que ver con el sueño europeo.

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