Antonio Casado

El Rey cotiza al alza.

De todos los aspectos destacados tras la última Pascua Militar, presidida por el nuevo Rey, don Felipe VI, me quedo con la confirmación de que su figura sigue al alza. Su protagonismo en la primera fiesta castrense del año, matizado con la referencia al «servicio a los demás» que e inherente al mando, es un paso más en la escalada del nuevo Rey en las escalas de valoración ciudadana.

En cuanto a la celebración misma, cuya solemnidad había quedado disminuida en recientes ediciones por los problemas de movilidad física de don Juan Carlos, lo que obligaba a suspender algunos actos habituales, hay que saludar el retorno al ceremonial clásico. Eso incluye la rendición de honores, la revista a las tropas o la imposición de condecoraciones, que se habían obviado en estos últimos años.

En esta ocasión el ceremonial se celebró al completo. Con una novedad digna de ser destacada: la incorporación de los reservistas, que son militares a tiempo parcial, por decirlo de algún modo, aunque con una cierta marginalidad dentro de la organización militar. Que era injusto lo ha venido a reconocer implícitamente Felipe VI con su decisión de incorporarlos a la fiesta castrense.

El homenaje a la figura del padre tampoco pasó desapercibida para los analistas. Era justo y necesario que el sucesor recordase la figura y la obra de don Juan Carlos, que fueron decisivas en la recuperación de la Democracia en una España con hambre atrasada de libertades, aunque en los últimos años de su reinado quedase ensombrecida por los escándalos que están en la mente de todos. Que las luces centrales de un reinado desplacen esos borrones no es más que hacerle justicia.

El rey don Juan Carlos representó el asentamiento del principio de supremacía del poder civil sobre un poder militar heredero del franquismo que aparecía siempre como un actor condicionante de la vida política. En la memoria de dos o tres generaciones viven las todavía frecuentes alusiones a las Fuerzas Armadas como garantía de la unidad de España. Eso responde técnicamente al mandato constitucional en orden a los principios de soberanía nacional e integridad territorial. Durante los años de la transición eran frecuentes esas apelaciones durante la Pascua Militar. Ya han dejado de ser necesarias. Lo cual tiene aquí y ahora un significado especial porque está vivo el reto separatista planteado por el nacionalismo catalán. Pero ni al Rey ni a ningún mando militar se le ha ocurrido mencionar ese mandato.

Antes bien, Felipe VI habló de las Fuerzas Armadas como un elemento de la política exterior, en referencia a su integración en unidades políticas, defensivas, económicas, culturales, etc. que desbordan las tradicionales fronteras de un Estado-Nación. Eso es lo significativo: que se haya pasado de hablar de los Ejércitos como garantes de la unidad de España a considerarles una pieza de nuestra posición en el tablero de las relaciones internacionales. Un gran salto cualitativo.

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