La Marea de Pérez Henares

Reencuentros

En diciembre y hasta enero hubo todavía paso de grullas hacia el sur, aunque me da que estas últimas no bajaron ya mucho y se quedaron en las vecinas lagunas conquenses y también hubo, y hay, romeros florecidos. Y hasta escuché que en los días soleados, que fueron muchos, al subir la mañana y cuando se calentaba un poco el aire zumbaba entre ellos alguna abeja. El colmenar de El Enebral estaba un poco lejano de donde las sentía y al fijarme en sus desplazamientos acabé por hacer un descubrimiento que me llenó de contento.

Años atrás hubo un enjambre bajo mi cabaña, que acabó por perecer tras algunas temporadas zumbando en su rejilla de entrada bajo mi ventana. Jamás sufrí una picadura. Pues bien después de ver a las abejas libar en los romeros invernales al lado del pabellón donde están los depósitos de agua que sube del pozo y las placas solares que me proporcionan energía, amen de ser lugar de reunión y de salida de las partidas de caza, pude encontrar de donde provenían. Al ir a plantar unos sarmientos, confiando en que un día se conviertan en parra, el año pasado me agarró ya alguno, descubrí en un hueco del muro, camuflado entre la yedra, su hogar y refugio. Esa nueva reina no quiso aposentarse en ninguna colmena vacía y se lanzó a está aventura, como la de los bajos de la cabaña. Se ve próspera y nutrida a la colonia pero sé que está en peligro. Las enfermedades la acechan, y sin tratamiento no tendrán remedio, así que he de pensar como consigo introducirles dentro los productos que las protejan. Y esta vez sin cobro alguno por mi parte. A su miel no hay posibilidad alguna de llegar, desde luego. Pero me gustan las abejas.

Como una premonición, además, su “resurrección” trajo otros reencuentros. Dos en particular me emocionaron. El primero fue ver de nuevo, pasando furtivo ante la cámara al gato montes que frecuenta las cárcavas y barrancos cercanos a la Juanquebrada. Lo tuve muy cerca de joven y lo vi después alguna que otra vez pero hacía mucho que no aparecía. Lo hizo esplendido, convertido en un soberbio gatazo de poblada cola y sinuosos andares. Es un macho y este su territorio.
El otro retorno ha sido el de los búhos chicos. Mientras el gran duque ulula cada noche en la costera de enfrente, que tiene una frondosa pelota de grandes pinos en lo alto donde se esconde, sus pequeños primos han redescubierto al porche y a la trasera de la cabaña como refugio y atalaya de caza. Y de digestión, porque las egagrópilas, en el suelo, y las escurrideras blancas de sus deposiciones que bajan por los troncos de sus apostaderos, descubren que los topillos y ratones que se atiborran de bellotas han de andarse con mucho más cuidado ahora. Que tiene la vida más difícil, vamos.

La han comenzado a tener también, la temporada de monterías ha comenzado, los ocho hermanos Dalton, la piara de jabalíes que quedaron huérfanos el febrero pasado, siendo poco más que rayones, y que han logrado sobrevivir y medrar juntos durante todo el año. La última vez que entraron en tropel a la charca fue el propio día de fin de año. Su tiempo de cuadrilla juvenil, pendenciera y gruñidora han acabado. Confió que alguno llegue a navajero y luego a macareno de respeto y que algunas traigan en tiempos venideros a sus jabatos por estos lugares donde se criaron. Pero para ello ahora habrán de saber que los perros que llegaran no son bretones de caza menor, sino podencos de rehala que los perseguirán como lobos y que en lo pasos les aguardan las balas.

Sé que por ello y por que en cualquier caso se desperdigaran por el celo y que machos y hembras cogerán rumbos diferentes será muy difícil que vuelva a verlos juntos. Ya no serán “los ocho Dalton” aunque a alguno seguro que aún sabría distinguirlo si lo veo por el collar blanquecino que lo identifica. Y que si soy yo el cazador al que le cruza junto a sus hermanos, sé también que levantaré el rifle.

(Por recordar tan solo que hay otras cosas en la vida)

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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