Charo Zarzalejos

El prestigio de los límites

Ha sido el filósofo Javier Gomá quien ha teorizado, de manera brillante y exacta, sobre los límites que garantizan la convivencia. En principio, cualquier limitación, del índole que sea, nos resulta molesta. Los límites están denostados porque no nos gusta que se pongan vallas al campo, ni nos gusta nada aquello que nos haga reflexionar sobre nuestra propia libertad, que es, sin duda, lo más y mejor que tenemos los humanos. Libertad para elegir, para equivocarnos, para reflexionar y para hablar o escribir.

Hubo tiempos en los que la libertad no significaba nada, resultaba irrelevante y ni siquiera se tenía en cuenta. Afortunadamente, hoy la libertad es un bien a defender y a preservar. Es un bien conquistado, al menos en el mundo occidental, después de mucha barbarie que en la actualidad solo practican, bajo formas a veces muy sofisticadas, no pocos Estados y desde luego y en primer lugar los bárbaros que ejercen el terrorismo. Y el terrorismo siempre se ejerce bajo dos conceptos: patria o Dios, dos conceptos demasiado serios como para matar en su nombre. En todo caso y quien este dispuesto a ello por la patria y por Dios, llámese Mahoma, Javhé o Jesús, se muere pero nunca, nunca se mata.

Retomo a Javier Gomá y a su defensa del prestigio de los límites que nos garantizan la convivencia. Estoy de acuerdo con él. Hay que prestigiar el límite de nuestro derecho a opinar que no es otro que el del insulto, la mofa y en ocasiones, la mentira misma. Si los límites estuvieran prestigiados no seríamos menos libres, pero sí más elegantes, más serenos y más respetuosos y ninguno de estos conceptos están reñidos con la libertad.

Durante días todos hemos sido Charlie y yo personalmente, también he sido judía, como en su día me sentí socialista o «popular» cada vez que un concejal de estos partidos caía asesinado por ETA. La revista satírica francesa se ha convertido en referente, en grito de tolerancia frente a la barbarie y me parece bien acertada su última portada reproduciendo a Mahoma llorando, como habrá llorado Javhé ante los féretros de los cuatro judíos asesinados en la capital francesa y Jesús, ante los asesinatos de cientos de cristianos crucificados por el EI.

Pienso que la fe de cada cual pertenece a su ámbito privado como es algo privado no creer en nada y coincido con el Papa y de rebote con Javier Gomá cuando ambos, de distinta manera, aconsejan el límite del respeto, de una pizca de delicadeza con las creencias, o ausencia de ellas, de los demás. La fe propia y por supuesto la ajena merecen el mismo respeto que lo merecen las minorías. ¿qué diríamos si se hicieran mofas de los minusválidos o de los homosexuales?. Seríamos unos bárbaros. Nadie lo podría aceptar, como nadie podría aceptar que se hicieran bromas con los defectos físicos de los otros.

Creo que hay que tener mas inteligencia para provocar una carcajada o una simple sonrisa que para hacer llorar. Siempre he admirado a quienes en un par de viñetas son capaces de «escribir» una extraordinaria crónica y creo que Charlie Hebdo debe continuar en la calle, primero, porque forma parte del acerbo de libertad y, segundo, porque dar un paso atrás es dar el triunfo a los asesinos, pero si todos dejáramos a Dios -se llame como se llame- en paz ¿seriamos menos libres?. Si prestigiamos los límites, prestigiamos la libertad.

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