Desde que manda y habita en la televisión, es otro hombre

Artur Mas y el vodevil catalán

Artur Mas y el vodevil catalán
Artur Mas y Joana Ortega EFE

A favor del clima de opereta -a lo «Hotel Budapest»- en el que se desarrolla la política catalán, la última finta de Artur Mas convocando elecciones para dentro de ocho meses solo encuentra explicación en el inopinado apego al poder que ha desarrollado este tecnócrata reconvertido en líder nacionalista.

Mas le ha tomado gusto a los gestos de poder y a las loas mediáticas. Desde que manda y habita en la televisión, es otro hombre. Nunca fue un ideólogo a la manera de Jordi Pujol.

De hecho, fue escogido por el fundador de CDC para que le calentara la silla a su hijo Oriol.

El mediano de los Pujol estaba destinado a perpetuar la presencia del clan en el poder y en los negocios que facilita tener vara alta en el boletín oficial de la comunidad pero su carrera se atascó en el sumario de las ITV y Artur Mas quizá vio su oportunidad para hacerse con la titularidad de la púrpura que le habían prestado.

El caso es que cambió de discurso y de bando. Pasó de apoyarse en el PP de Cataluña (Sánchez Camacho) para aprobar los Presupuestos a anticipar unas elecciones a las que se presentó con un discurso soberanista que en su boca sonaba a impostura.

Perdió diez escaños y en vez de tomar nota y reflexionar sobre el porqué del fiasco, cruzó el Rubicón, hizo suyo el alegato de ERC y se declaró dispuesto a quebrantar la legalidad constitucional intentando convocar un referéndum independentista.

Al final todo se quedó en una «consulta», sin valor legal pero con sustancia política: sólo acudieron a votar dos de cada seis de los convocados.

La aritmética desinfló buena parte del suflé soberanista pero Mas estaba ya atrapado en sus pactos con ERC que exigía -y sigue en ese registro- una acción de tipo plebiscitario.

Y en esas estamos. Convocando a ocho meses vista unas elecciones para ganar tiempo, medir el grado real de adhesión de los votantes de Convergencia al proyecto independentista y, de paso, el impacto de la irrupción de Podemos, una fuerza para la que el «soberanismo» no es una cuestión prioritaria.

A todo esto, la querella por los hechos del 9N sigue su curso y la espada de una posible inhabilitación está en el aire. El vodevil político, continúa.

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