Antonio Casado

Vuelve Bárcenas.

Ha vuelto el inefable ex tesorero del PP. El gran dolor de cabeza del presidente del Gobierno se llama Luis Bárcenas. Es el testigo de cargo de Pedro Sánchez, líder socialista, para permitirse hablar del PP como «el partido de la corrupción». Su próxima puesta en libertad -libertad controlada, se entiende- se convierte ahora en dosis de recuerdo que los adversarios políticos del partido de Rajoy y Aznar no dejan de aprovechar en el año más electoral de nuestra reciente historia democrática.

El morbo crece por si Bárcenas hiciera nuevas revelaciones. Dudo mucho de que realmente tenga por desvelar algo de verdadera relevancia política o que afecte a terceras personas, pero ya verán ustedes como no faltarán quienes relacionen su previsible silencio con el pago de la fianza por la excarcelación. Me refiero a los 200.000 euros exigidos por la Audiencia Nacional. Los logrará, aunque sea al precio de tener la boca cerrada.

Tanto su ya ex abogado, Javier Gómez de Liaño, como la esposa de Luis Bárcenas, Rosalía Iglesias, han declarado públicamente que el ex tesorero va a tener muy difícil conseguir ese dinero pero tratará de conseguir un préstamo o un aval bancario con ayuda de familiares y amigos. Aunque eso le abriría las puertas de la cárcel, nadie dejara de preguntarse dónde estarían los amigos y familiares cuando la esposa se quejaba de que, con las cuentas embargadas y el marido en la cárcel, no tenía ni para pagar la luz.

En todo caso, pocas dudas hay de que a Bárcenas no le van a faltar esos 200.000 euros para recuperar la libertad que se jugó el solito con sus conductas presuntamente delictivas. Jugó y perdió por perpetrar los supuestos delitos señalados por el juez y la fiscalía en el marco de una trama de corrupción masiva que creció como la yedra en los dominios del PP. Es la formidable derivada política de un escándalo en el que aparecen implicados tres ex tesoreros nacionales, dos ex alcaldes y un ex consejero de la Comunidad de Madrid. Todos ellos conectados a empresarios que pagaban «peajes» a cambio de contratos amañados en distintas administraciones públicas. Los «peajes» sirvieron en parte para financiar actos electorales del partido. Sin embargo, el equipo de Rajoy sigue fabricando razones falaces para demostrar que el PP es ajeno al escándalo.

Entretanto, el zumbido judicial del caso Gürtel se cuela en la campaña electoral del PP. Y sus responsables, en un nuevo desafío al sentido común y las resoluciones judiciales, vuelven a lo que este servidor de ustedes viene llamando la doctrina Casillas: los goles en realidad no se los meten al Real Madrid sino a su portero. Eso dicen en la calle Génova, que Gürtel nada tiene que ver con el PP y que los acusados, como Bárcenas, que fue senador, gerente y tesorero, son «personas concretas» ajenas a ese PP que, según el juez, se beneficiaba «a titulo lucrativo», pero sin saberlo.

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