Antonio Casado

La sombra griega

El primer contingente de periodistas extranjeros en la noche electoral griega era español. Las primeras páginas de este lunes y el encabezamiento de los noticiarios estaban dedicados al éxito de Syriza. Implícito recado a nuestra opinión pública: los resultados de estas elecciones generales en Grecia anticipan el resultado de las elecciones generales en España. Craso error. Sólo matizando mucho se pueden aceptar ciertos parecidos antes de aceptar la idea del contagio respecto a la irresistible ascensión del partido de los indignados, que se llama Podemos.

Pero ni siquiera entre estos dos partidos hay tantas similitudes como parece. Hablemos también de las diferencias. Por ejemplo, la del patriotismo. O, por suavizarlo, el llamado sentimiento de pertenencia ¿Vieron las banderas griegas que se agitaban en las celebraciones del partido primo hermano de Podemos? ¿Se imaginan un triunfo electoral de Podemos celebrado por sus seguidores con banderas rojigualdas o escuchando un himno nacional que a Iglesias le parece cutre y fachoso?

Tampoco la dimensión de Grecia da para meterle el miedo en el cuerpo a la UE, por mucho que el futuro gobierno de Alexis Tsipras esté planeando el desquite de las políticas austeridad dictadas por los jerarcas de Bruselas. Con un peso de apenas el 2,5% en el club del euro, el riesgo de que el 97,5% quiera darle el portazo no compensa. Ni a Bruselas (la imagen internacional sería demoledora) ni al propio país heleno (¿vuelta al dracma y la autarquía?).

Habrá pragmatismo por ambas partes. O sea, un cierre pactado del segundo rescate y negociación de uno tercero, en condiciones más aceptables para el pueblo. Hacer sostenible el pavoroso problema de la deuda cuenta con margen suficiente en materia de plazos, quitas, tipos de interés, carencias, reestructuración, etc., a cambio de medidas reactivadoras y reformas estructurales a las que Syriza no se niega. A lo que se niega, y tiene razón, es a que el pueblo griego se limite a ser un sujeto paciente respecto al método para alcanzar el saneamiento económico.

Un saneamiento prácticamente logrado en España. Con notable coste social, es verdad. Pero infinitamente menos doloroso que en Grecia, lo cual deja la cota del malestar social bastante más baja en nuestro país y, desde luego, lejos del umbral de la indignación alcanzado en Grecia en vísperas de la reciente barrida electoral de Syriza. Sin embargo, es Podemos y no Syriza -que es partido de innovación, no de ruptura-, el que apuesta por el borrón y cuenta nueva. Además, España no ha pasado por el trauma nacional de un rescate. Ni se ha quebrado la estabilidad política. Ni se han echado a perder las opciones de poder que mantienen los partidos centrales (aquí no hubo gobierno de concentración PP-PSOE como el de ND-PASOK de Grecia).

En resumen, Grecia no es España, aunque nos venga bien lo ocurrido en Grecia como banco de pruebas de diez u once mes, lo que aquí nos falta para las generales.

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