Las confrontaciones electorales que se abren, entre las andaluzas del 22 de marzo y las generales del 20 de diciembre (se cita este día como probable) de este año, van a ser muy, pero muy, diferentes de las celebradas en Grecia y, ya que estamos, de las que van a tener lugar en otros países europeos en los próximos meses. Yo diría que España se juega nada menos que su modelo democrático, lo que no ocurría en Grecia, donde ese modelo había saltado ya en pedazos, ni en Portugal o Gran Bretaña, cada uno con sus peculiaridades distintas a las españolas.
Hay quien considera que decir que España y Grecia nada tienen que ver, no solo social y económicamente, sino también políticamente, es un tópico. Yo creo que es una realidad: ni el gobernante PP es como Nueva Democracia, ni el PSOE -afortunadamente para él- tiene semejanza con el PASOK, ni en nuestro país existe una potente formación de ultraderecha… Ni, me parece, Syriza es lo mismo que Podemos, aunque la formación de Pablo Iglesias intente hasta la saciedad potenciar los paralelismos.
Me parece que el lenguaje de Tsipras durante la campaña ha sido bastante más conciliador que el de muchos de los compañeros de Iglesias, su accesibilidad para los medios ha sido bastante mayor de la que se practica por estos pagos y ha mostrado su transversalidad pactando ahora con un partido de derechas.
Pienso que la victoria de Syriza podría ser, si la UE quiere, una buena noticia para una Europa que, como estamos viendo en Francia, en Italia, en Gran Bretaña, en Holanda, Bélgica y en la propia España, muestra un enorme desgaste en su trayectoria política.
Tiene ahora Alemania, sin duda el país más estable de la Unión, la oportunidad de reflexionar sobre las políticas de ajuste tan gratas a su ‘superministro’ de Finanzas, Wolfgang Schäuble. Unas políticas que, si bien se mira, algo de culpa han tenido, aunque no en exclusiva, en el ascenso de euroescépticos, de formaciones extremistas y de movimientos archicríticos, como Syriza. O Podemos.
Soy optimista: confío en que esta victoria de Syriza, que tantas aprensiones ha suscitado en la eurocracia más tradicional, sirva para encauzar algo más a esa ‘nueva’ Europa bajo el liderazgo de alguien que lamentablemente es tan poco innovador como Jean Claude Juncker. Y que, aquí en casa, sirva de revulsivo y de estímulo para que los partidos ‘tradicionales’ se planteen nuevos lenguajes, formas de actuación más transparentes y participativas.
Lamento decir que poco o nada de esto vi en la por otra parte muy bien organizada Convención del PP el pasado fin de semana… en la que nada se habló de Grecia, es cierto, pero sí, y mucho, de esa que algunos quieren que sea la ‘Syriza a la española’, es decir, Podemos. Más publicidad gratuita, por tanto, para el partido de Pablo Iglesias. Parakaló, que dirán ellos, agradecidos, sin duda, ante tan ciegas estrategias de comunicación como se usan aquí en ciertos partidos ‘tradicionales’. ¿Habrán, habremos, aprendido algo de la lección helena?