El título de este artículo tiene derechos de autor. Lo ha acuñado en Twitter el periodista, escritor y amigo Juan Cruz y con él pone nombre a la primera decisión adoptada por el líder de Syriza, Alexis Tsipras, de prescindir de mujeres en su primer gobierno tras su arrolladora victoria electoral. Un gobierno para los griegos pero sin griegas, un anacronismo en una Europa que no ha completado el camino de la igualdad pero que ha dado pasos que no se reflejan en una imagen tan masculina y que adquiere un valor especialmente simbólico en el país que fue cuna de la democracia.
Tampoco cuadra con las proclamas del partido en cuestión que en sus estatutos se compromete a luchar «por la defensa de los valores de la justicia social, la igualdad y la libertad contra el patriarcado». Y las palabras hay que dotarlas de contenido en todas las acciones políticas para que sean creíbles. Es verdad que Tsipras ha nombrado seis viceministras y su partido ha sentado en el parlamento griego a 44 de las 68 diputadas que han conseguido escaño. Y también lo es que su predecesor, con veinte ministerios, sólo tuvo una mujer en su gabinete, lo que no mejora mucho el porcentaje. Pero ni los precedentes de sus rivales ni esa presencia femenina en otros ámbitos políticos o niveles de gobierno en su propia formación equilibra la ausencia de mujeres en el gobierno del país. Así que a las muchas deudas pendientes, Tsipras tiene que añadir desde ahora una más que tendrá que renegociar con las mujeres de su país. Y esta no es heredada. La buena noticia es que una decisión así hace unos años no habría llamado la atención ni levantado la oleada de indignación suscitada hoy, mayor fuera de Grecia que dentro, es verdad. Y que en la comparación, nuestro país puede presumir del camino recorrido en las últimas décadas en materia de igualdad, a pesar del ejército de cenizos que hoy presumen de ello pero que en su día consideraron una «parida» la paridad.