Sarkozy fue el primero en afirmar tajante: Tenemos que refundar el capitalismo. Tan grandilocuente aseveración sirvió como un compás de esperanza para los ciudadanos cuando se descubrió que grandes grupos financieros estaban vendiendo productos tóxico.
Añade que:
La connivencia del poder con la corrupción, sumada a la impotencia de una Justicia que se muestra ineficaz para atajar el problema, entre otras cosas porque sus altos cargos dependen de un Gobierno que los nombra a su antojo y sólo entre los más afines, que luego, por cierto, demuestran cumplir a la perfección con su cometido, vuelven la situación insostenible.
Y concluye que:
Así son. Lo volverán a hacer si les dejan. Su única sorpresa es que la masa es más estúpida de lo previsto y no hace más que entregar el hacha al verdugo.