No debe de ser muy fácil ejercer el oficio de sociólogo en estos tiempos. Apasionante sí, pero no sencillo. El CIS ha publicado su primer barómetro de este año multielectoral en España y la noticia es que el PP se mantiene como el partido más votado y, en la disputa por la segunda posición, Podemos ha superado al PSOE. La encuesta sigue la senda de otros estudios publicados que detectan el desgaste del PP, la incapacidad de remontar el vuelo del PSOE y un ascenso de Podemos que parece muy consolidado.
Aún queda un año para la cita electoral, todo un mundo si consideramos que hace doce meses un partido como Podemos ni existía. Ahí está la dificultad de leer los datos y es ahí donde radica la complicación a la que se enfrentan los sociólogos para interpretar -cocinar, en la jerga- unas cifras que evidencian un vendaval político que no tiene precedentes recientes. Cada formación hará su valoración complaciente. Todos pueden confiar en la mejoría de sus expectativas como temer recaídas. Y queda por traducir en escaños la potencia de cada cual, porque la decisión que los ciudadanos manifiestan hoy en los sondeos habrá de pasar por la elección en cada circunscripción de diputados que hoy aún no conocen. Pero si la tendencia que ofrece el CIS en este barómetro se consolida, la izquierda (Podemos, PSOE e IU) sumaría más del 50% de los votos y podría configurar una alternativa de gobierno. Pero la fotografía no es nítida. Esa izquierda movilizada pero atomizada tiene enfrente una formación que presenta síntomas de clara desmovilización en su electorado pero que no muestra aparentes fisuras internas. Y nuestra ley electoral prima la unidad y castiga el voto dividido. Así que podría decirse que hoy el balón está en el tejado de la izquierda. Y el tiempo dirá si estas formaciones tendrán la madurez suficiente para gestionar las diferencias -internas y frente al adversario- sin que se produzcan grietas tan profundas que conduzcan a la paradoja de que el electorado dé una mayoría de izquierdas en las urnas y se encuentre otros cuatro años con un gobierno de derechas.
