Rosa Villacastin

Aumenta el maltrato a los mayores.

La crisis y un mayor seguimiento por parte de las administraciones públicas sobre la situación en la que viven nuestros mayores pone sobre el tapete un dato estremecedor: crece alarmantemente el número de personas mayores que reciben maltrato por parte de algunos miembros de su entorno más próximo. Un maltrato que no siempre se debe a la escasez de recursos económicos sino a la incapacidad de los hijos o de sus familiares para convivir con personas de más edad, y que se traduce en gritos, bofetadas, castigos, apropiación de la pensión. En fin, un rosario de vejaciones, la mayoría de las cuales no se denuncian por miedo a lo que vendrá después, lo que impide que se pueda elaborar un censo lo más aproximado posible a la situación.

Es difícil para una persona normal imaginar como un hijo/a puede amedrentar o violentar de esa manera a la persona que le ha dado la vida, y sin embargo es algo que ocurre con demasiada frecuencia como para que nos desentendamos de un problema que está ahí, y que ocasiona un gran dolor en las personas que lo sufren. Un dolor físico y un dolor que tiene que ver con su calidad de vida, con su dignidad como persona, con su libertad, a un edad en la que cualquier desprecio, cualquier humillación, debería ser sancionada sin contemplaciones.

Por experiencia sé lo duro que resulta ver como aquellos a los que has admirado, querido, que han luchado para que nada te faltase ni nadie pudiera hacerte el más mínimo rasguño, van perdiendo su movilidad, su capacidad para afrontar los pequeños problemas de la vida cotidiana, y sin embargo, es precisamente en esos momentos cuando más atención requieren, cuando hay que cuidarles más para que no sientan la soledad, y sí el cariño que ellos te dieron desde el momento de nacer, y siempre, porque para los padres los hijos no terminamos de crecer nunca, ni siquiera cuando has alcanzado el ecuador de la vida.

Conozco gente que ha tenido que sacar a sus padres de la residencia donde estaban porque no podían seguir pagándolas, a otros que con el dinero de su pensión vive una familia con todos sus miembros en paro, y también a quiénes se niegan a abandonar su casa, sus cosas, parte de su vida, en el momento que más necesitan aferrarse a los recuerdos. A nadie que cometa tropelías con sus seres más queridos, porque de saberlo les habría denunciado. Ya que no podemos olvidar que son junto con los niños la parte más débil de la sociedad y las que más protección necesita. De ahí la importancia de que se den a conocer encuestas como la realizada por la Generalitat de Catalunya -la primera de este tipo-, en la que se recoge que más de 10.000 mayores de 65 años sufren maltrato en esa Comunidad. Y que 27.500 están en una situación de riesgo. Datos como digo estremecedores que deberían hacer recapacitar a los representantes políticos con el fin de atajar un problema que va en aumento y que esta directamente relacionado con la crisis pero también con la falta de valores de una sociedad, no de toda pero si de una parte importante, que parece que solo admira aquello que tenga que ver con la juventud y con la belleza, pero que desprecia la madurez y la vejez de sus mayores.

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