Antonio Casado

Desiguales.

Un periódico de tirada nacional anunciaba el domingo pasado en primera página que la desigualdad ha entrado en la campaña electoral. Buena noticia. Supongo que no es gratuito. Las ONGs internacionales que trabajan por un mundo más justo y más solidario han pedido a los partidos políticos de los países más desarrollados que sus programas electorales incorporen medidas contra la desigualdad y la pobreza.

Me viene a la memoria el reciente discurso del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante el debate sobre el estado de la Nación. Dijo que hemos salido de la crisis económica gracias al esfuerzo de todos los españoles. De todos, no, presidente. Sólo de las capas sociales más expuestas a políticas restrictivas, recortes en servicios públicos o una reforma laboral que favorece la precariedad y el despido.

Esas políticas han disparado los niveles de desigualdad en nuestro país. Simplemente porque el paro se ha cebado en las rentas más bajas. No lo dice el abajo firmante sino el Informe Mundial sobre Salarios 2014-2015 que la OIT (Organización Internacional del Trabajo) presentó en Madrid el pasado mes de diciembre. Del informe se desprende que la brecha salarial entre la parte más rica y la parte más pobre de la población española ha aumentado entre un 40% y un 50%.

Son magnitudes contabilizadas en el mapa del malestar. En el referido discurso del presidente del Gobierno ante la Cámara, Rajoy se explayó en cifras, porcentajes y números de todos los colores para apoyar su triunfalismo respecto a la recuperación del crecimiento y la creación de puestos de trabajo. Pero al reconocer que todavía hay paro, desigualdad y pobreza, se abstuvo de usar cifras constatadas. Entonces habló de los «muchísimos» españoles que aún padecen estas lacras.

Son esos españoles los que han padecido y padecen el azote de la crisis en forma de precarización laboral, subida de impuestos, devaluación del salario en nombre de la competitividad, despido fácil y barato o el recurso de los jóvenes a buscarse la vida en el extranjero. Todo eso ha ocurrido y está ocurriendo para que el presidente del Gobierno pueda subir a la tribuna del Congreso a proclamar que «España se rescató a sí misma». Pues no. A España la han rescatado de la prima de riesgo, la desconfianza de los mercados y el miedo al corralito justamente los parados de larga duración, los desahuciados y los pobres sobrevenidos durante la crisis. Víctimas de la austeridad en definitiva.

Por eso cuando Rajoy dice que el fin de la pesadilla se debe al esfuerzo de todos está ofendiendo a los que real y verdaderamente han sido llevados al sacrificio para hacer posible que España saliera de la crisis. Son los que real y verdaderamente permiten que este Gobierno pueda presumir de crecimiento, empleo, competitividad y confianza de los mercados, mientras Intermón Oxfam nos recuerda que «el 1% de la población española concentra más riqueza que el 70% más pobre».

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