Antonio Casado

Juncker nos mira.

El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha dicho a su paso por España, con toda la razón, que no podemos hablar de una salida de la crisis si las ventajas del crecimiento no llegan a una mayoría de los ciudadanos. Y que el triunfalismo de algún mandatario europeo (por ejemplo Mariano Rajoy, aunque no lo mencionó) puede ser ofensivo para las capas sociales que no tienen ningún motivo para sentirse optimistas respecto a la salida de la pesadilla.

Es exactamente la tesis que sostuve en mi artículo anterior, a propósito del discurso del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante el debate sobre el estado de la Nación, en el que dijo que hemos superado la crisis gracias al esfuerzo de todos los españoles. De todos, no, presidente. Sólo de las capas sociales más expuestas a las políticas restrictivas dictadas desde Bruselas, el recorte de servicios públicos o una reforma laboral que favorece la precariedad y el despido.

Parados de larga duración, pobres, desahuciados, víctimas de la crisis y de las políticas de austeridad destinadas a superarla, que deben sentirse ofendidas, en línea con lo que dice Juncker, cada vez que el señor Rajoy pregona la salida de la crisis gracias al «alto precio que los españoles han pagado por olvidar que no se puede gastar lo que no se tiene». Con el esfuerzo de todos, que es el mantra oficial. De unos más que otros, queda claro. Sobre todo, por el sacrificio de tantos y tantos españoles al borde de la pobreza (uno de cada cinco), aun teniendo empleo.

La Comisión Europea ya sentenció en 2014 que encontrar un empleo en España no es garantía frente a la pobreza («Informe sobre la situación social en Europa»). Y su presidente, Jean Claude Juncker, nos viene a recordar ahora que para los casi cinco millones y medio de parados que hay en España (cifras EPA) el final de la recesión es una mera presunción teórica. Por no hablar de la alarmante caída en los índices de prestación por desempleo. Es decir, la tasa de cobertura social aplicable a los parados de solemnidad que la acaban agotando por falta de oportunidades para reincorporarse al mercado del trabajo.

Las alarmas ya habían sonado a principios de febrero, cuando se descubrió que los parados con prestación habían pasado en los dos últimos años del 64,05 % al 57,6 %. Así como la cuantía: de 864,3 euros a 815,3 euros. Pues bien, a día de hoy la tasa ha caído hasta el 56,5%. En estos momentos hay 390.000 beneficiarios menos de prestaciones que hace un año.

Todo ello en una perspectiva. Si sólo utilizamos la económica, también tropezaremos con algunas malas señales en cuanto a la reparación de nuestra estructura productiva. Véase, por ejemplo, como en las cifras del empleo del mes de febrero (cola del paro) aparece un renacimiento del sector de la construcción que marca una tendencia tóxica hacia el ladrillo como renovado motor del crecimiento. Supondría salir de la crisis por la misma puerta que entramos.

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