Victoria Lafora

Comité electoral digital.

Por fin, tras una dilatada, insoportable y, para algunos, humillante meditación, el dedo de Rajoy (eufemísticamente llamado Comité Electoral) ha ungido a los candidatos y candidatas para las próximas elecciones municipales y autonómicas.

¿Hacían realmente falta, para este viaje, tantas alforjas? ¿Era necesario, para evitar que en Madrid se acumulasen los poderes de Esperanza Aguirre y de Ignacio González, hundir en la miseria al actual presidente de la Comunidad, utilizando unos mecanismos extraños, urdidos en las cloacas del partido y, lo que aún es peor, del Estado?

¿No habría sido mejor, menos exasperante, más fácil, leal y valiente, llamar al interfecto y avisarle de su mala posición en las encuestas y su consiguiente sustitución? Habrían evitado, o al menos dulcificado, lo que ha terminado siendo una insoportable humillación a González y un ataque de nervios al resto de los-las pretendientes. Pero, ya se sabe, Rajoy es así, se toma sus tiempos y está siempre donde le llevan.

Contrasta, cuando menos, la exclusión de Ignacio González, a causa de un no demostrado, aunque si turbio, «affaire» del ático marbellí, con la inclusión de Juan José Imbroda a la presidencia de Melilla, estando como está acusado -ya no imputado- de un delito de prevaricación, o la de Javier León de la Riva a la alcaldía de Valladolid, habiendo sido acusado -ya no imputado- de un delito de desobediencia a una decisión judicial. Un alcalde que, inexplicablemente, elección tras elección, consigue clamorosas victorias (en 2011 por mayoría absoluta) a pesar de su demostrada y soez contumacia machista.

El Partido Popular debe tener encuestas en las que se apunta que a las mujeres vallisoletanas les resulta muy gracioso un personaje capaz de referirse a los «morritos» de la ministra Leire Pajín, hablar de la Ministra Chacón como señorita Pepis vestida de soldado, presumir de su intención de librar a la ciudad de piojos, pulgas y putas, o mostrar su preocupación cuando entra en los ascensores con una mujer que pueda arrancarse el sujetador y acusarle de agresión. Así es el personaje que entroniza Rajoy; un médico ginecólogo, que muy probablemente antes de las elecciones tenga que sentarse en el banquillo, del que puede salir condenado a una inhabilitación que le impediría sentarse en el sillón consistorial.

Al final, la prevalencia del miedo a la hecatombe frente a las inquinas ha situado a Esperanza Aguirre en línea de salida. Así son las cosas. El pragmático Rajoy se la envaina ante unas encuestas que la convierten en el único bastión capaz de evitar el descalabro. «Madrid bien vale una lideresa».

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