Este 10 de marzo de 2015, escribe Juan Carlos Escudier en Público una columna titulada ‘El fin de la izquierda conservadora’ en la que arranca diciendo:
Las palabras son muy importantes. Lo que somos se define con palabras y hasta el pensamiento de lo que somos está sujeto al relato que podamos hacer de nosotros mismos. Son las palabras las que moldean el pensamiento y no a la inversa. De ahí que alterar su significado modifica invariablemente la manera de ser y la de actuar.
Añade que:
Son las fuerzas de izquierdas -las nuevas y las viejas- las que ha de poner en pie un nuevo edificio, otra arquitectura social que anteponga el desarrollo humano al económico, el bienestar social al beneficio individual. Hay que cimentar otra ética y para ello hay que devolver a las palabras su significado original. Urge articular un nuevo discurso, que es mucho más que una sucesión de eslóganes huecos en 140 caracteres.
Y concluye que:
Si los seres humanos pueden transformarse en autómatas, que edifican y destruyen según la voluntad de un dictador, o bailan al son de una propaganda a la que ya no se reconoce por tal, entonces la ‘bomba retardada’ de Goebbels hará explosión.
