Andrés Aberasturi titula ‘Debates de autor‘ su columna en El Mundo de este 14 de marzo de 2015 que arranca así:
No es fácil resumir en unas pocas líneas los cambios habidos en estos últimos tiempos en los medios de comunicación, en la política y en la sociedad que, como es natural, son vasos comunicantes. Desde la conversión de las televisiones privadas en dos grandes grupos que controlan prácticamente la mayor parte del queso de la audiencia, han triunfado los programas de debates que nacieron -es curioso- en televisiones pequeñas de bajo presupuesto.
Sigue:
Me refiero a lo que podríamos llamar debates de autor, nada que ver con aquellos a los que se invitaban a políticos de distinto signo y los periodistas, y por supuesto el presentador, hacían gala de una cierta independencia crítica. Eso pertenece ya al pasado. Decía hace unos días Ignacio Camacho que «estamos poniendo la política en manos de los dueños de la televisión» y me temo que es en gran medida una extravagante verdad.
Pero me llama la atención lo que antes he calificado como debates de autor, en los que ni los periodistas invitados (y repetidos) son para nada neutrales ni los presentadores o moderadores se limitan a esa función. Todos son juez y parte apasionada en el espectáculo -hay excepciones, claro-, y lo llamo espectáculo porque eso es en definitiva la televisión.
Finaliza:
Tampoco lo quieren ser muchos profesionales y la audiencia lo que busca es reafirmase más que informarse. Y así, claro, es muy difícil la reflexión, el respeto al otro y el diálogo. No creo que este sea el mejor de los caminos, pero es el que más vende.