DÍAZ VILLANUEVA

«Para los viajes de Rajoy no hacen falta alforjas, de hecho, no hace falta siquiera asno»

"Para los viajes de Rajoy no hacen falta alforjas, de hecho, no hace falta siquiera asno"
Fernando Díaz Villanueva.

Escribe Fernado Díaz Villanueva en ‘Vozpòpuli’ una pieza que se titula ‘Renovación, ¿para qué?‘ que arranca:

Para los viajes de Rajoy no hacen falta alforjas, de hecho, no hace falta siquiera asno. A pesar del empeño que pone en parecerse a Franco en aquello de la morosidad en tomar decisiones, en aplazarlo todo hasta que el tiempo lo resuelva, en esperar pacientemente con la daga entre los dientes para cobrarse cumplida venganza por ofensas pasadas, lo cierto es que quizá sea el presidente de Gobierno más previsible desde que fue creado el cargo a la muerte de Fernando VII, hace ya casi dos siglos. Dos botones de muestra: lo de Madrid y lo de Valencia. Al final, después de tanto ruido, ha terminado poniendo a los de siempre.

Sigue:

La ley de Génova es simple: el dedo de Dios desciende sobre los mortales y en ese punto se acabó la historia. Al los militantes que les vayan dando, están ahí para hacer bulto, como los procuradores de las Cortes franquistas pero sin percibir sueldo alguno. A Aznar lo puso Fraga, a Rajoy, Aznar y, a todos los demás, Rajoy. Es fácil de entender, ¿verdad? Ni un cuerpo de ejército funciona con una precisión tan escrupulosamente jerárquica como el aparato pepero. Al final resulta que la renovación en el PP se llama Ciudadanos.

Continúa:

En los tiempos de cambio, parafraseando a Saint-Just, todo lo que no es nuevo es pernicioso. Por eso Podemos o Ciudadanos se están llevando a los votantes al huerto. Sale Pablo Iglesias con su coleta, su barbita descuidada, su Tuerka, su verbo inflamado y justiciero de cura rojo y la progretada patria, gente elemental pero auténtica, se derrite viva. Ídem entre lo que venía siendo la gente de orden con Albert Rivera, sonriente, carirredondo, confiable, con su blazer de yerno perfecto. En serio, ¿alguien se derretiría con Soraya taconeando empingorotada, redicha, de mala hostia permanente, con la escoba metida por salva sea la parte, cantando el código mercantil de memoria? Desengáñese, no hay color. Ciudadanos se los va a comer, ellos ya empiezan a intuirlo y yo ya empiezo a celebrarlo, porque si a los Rajoyes les empieza a ir mal al resto del país le empezará a ir bien.

Y finaliza:

Entretanto tendremos exactamente lo que nos merecemos. En Madrid, sin irnos muy lejos, nos merecemos a Esperanza Aguirre, que lleva vivaqueando de «lo público» desde que ganó la «plaza en propiedad» (grandioso concepto) en el cuerpo de técnicos de información y turismo allá por el cretácico inferior, cuando un tío suyo era, precisamente, secretario de Estado de información y turismo. Desde entonces ha sido concejala, ministra, presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid, amén de baranda máxima de la cosa popular en la Villa, la Corte y alrededores. ¿De verdad es imprescindible que sea alcaldesa? ¿No conoce esta buena mujer aquello de saber retirarse a tiempo? ¿No quiere darse por enterada de que tiene a Granados en la trena y a González en la picota? El PP madrileño debió renovarse hace ya bastante tiempo. Conste que candidatos sobraban, algunos hasta con buenas ideas en la cabeza. No digo nombres que luego todo se sabe. Pero el machito es demasiado atractivo como para apartarse de él, el poder es como una enfermedad las más de las veces incurable. Una pena

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Autor

Roberto Marbán Bermejo

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y actualmente cursa el grado de Ciencias Políticas por la UNED, fichó en 2010 por Periodista Digital.

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