Este domingo 22 de marzo, Ignacio Camacho escribe una columna en ABC bajo título La patria en los huesos, que arranca diciendo:
El Quijote salió de la mente privilegiada de Cervantes, no de sus tristes huesos desmigajados en una iglesia de Madrid. Pero en ese triturado esqueleto está el ADN simbólico, el código genético de una estirpe de quinientos millones de personas que habitan la patria común del idioma.
Continúa así el exdirector de ABC:
La exploración mortuoria cervantina ha costado 120.000 euros, bastante menos que la mordida de un concejal corrupto de medio pelo. Por ese dinero no se levanta de la cama un imputado de la Gürtel. Una calderilla con la que se podría montar una operación publicitaria de rango estratégico en un país con luces largas.
Finaliza así:
La herencia cervantina, perpetuada a través del idioma, está en nuestros genes, estructura parte de nuestro pensamiento y abrillanta con su grandeza nuestra histórica mediocridad de cabreados paletos. Ya que hemos fracasado en la transmisión educativa de ese formidable capital literario deberíamos al menos alegrarnos de encontrar las cenizas del tatarabuelo.