Este domingo 22 de marzo de 2015, Alfonso Merlos escribe una columna en La Razón bajo título Naftalina comunista, que arranca así:
Algo nos hemos perdido. ¿Dignidad de qué, y de quién? ¿La de la Segunda República, a la que el zapaterismo puso de moda acrítica, irreflexiva y sectariamente como símbolo de la verdadera democracia? ¿La de la Unión Soviética, estandarte y sustento de la ideología que más muertos y sufrimiento ha causado en la Historia de la Humanidad? ¿De qué hablamos? ¿Qué siguen pintando esas banderas?
Prosigue Merlos:
No, señores, no. Entendemos que la cabra tira al monte. Y que eso significa que la extrema izquierda está siempre ávida de convertir las jornadas de reflexión en otras diferentes e inferiores de irreflexión, incluso de coacción antidemocrática y, en todo caso, de agitación y propaganda. Pero ya no cuela.
Finaliza:
Somos mayoría archiabrumadora los españoles que queremos mirar al futuro, sin sacar del armario ni a La Pasionaria, ni a Gramsci, ni a Lenin, ni a Lerroux. El ruido y la furia quedan en la cuneta cuando hay una nación que quiere caminar al frente. Con ilusión. Y con paso firme.