Antonio Casado

De Triana a Chamberí

Susana Díaz es lo nuevo con aval de lo viejo. Un producto del aparato socialista de Andalucía apadrinado por José Antonio Griñán, expresidente de la Junta, al que sucedió sobre la marcha de una legislatura inacabada. No es el caso de Pedro Sánchez, que alcanzó la Secretaría General sobre la doble legitimidad de las bases, en primarias muy disputadas, y de sus representantes orgánicos, en un congreso de ratificación. Son los respectivos perfiles de dos personajes cuya falta de sintonía está proyectando una indeseable imagen de desunión sobre un partido que lucha por reencontrarse a sí mismo después de la dramática pérdida de identidad sufrida en mayo de 2010.

La flamante ganadora de las elecciones andaluzas, aunque con menos votos que su mentor político, José Antonio Griñán, no es precisamente un eslabón perdido, a pesar de su juventud, sino una criatura de la nomenclatura de un partido que reina en Andalucía desde hace más de treinta años. Se puede predicar lo contrario de Sánchez si hablamos de renovación generacional y política de un partido con la credibilidad arruinada desde que Zapatero rompió su contrato con los votantes de las clases medias y bajas. Sánchez no tuvo padrinos en las disputadas primarias del verano, en las que compitió con otros después de un esforzado trabajo puerta a puerta con los militantes.

En teoría, a la actual presidenta de la Junta de Andalucía en funciones, Susana Díaz, le debería interesar la consolidación del líder nacional, también en su condición de futuro aspirante a La Moncloa. Sin embargo, la relación entre ambos empezó a deteriorarse justo cuando Sánchez anunció públicamente su intención de aspirar a la Presidencia del Gobierno encabezando la lista del PSOE. No tanto por negarle ese derecho, lo cual no está en su mano, por supuesto, sino por el hecho de haberlo anunciado unilateralmente, sin haberlo hablado previamente con ella. Como si Sánchez tuviera que asumir que está ejerciendo el liderazgo socialista bajo protectorado de Susana Díaz, en razón del apoyo que ésta le prestó en las mencionadas primarias internas, que Andalucía es la Federación más numerosa del partido y que hoy por hoy acumula más poder institucional.

Todo eso es lo que precisamente está desafiando Pedro Sánchez con su legítima ambición de consolidarse y consolidar al PSOE como la primera opción de la izquierda de cara a las elecciones generales de finales de año. Para conseguirlo es imprescindible la unidad del PSOE. Y de ahí el irresponsable juego de Susana Díaz al no esforzarse en evitar la imagen de desunión.

A pesar de las apelaciones a la necesidad de aparcar los líos, al menos hasta después de las ediciones municipales y autonómicas de mayo, en la última reunión del Comité Federal se percibió una vez más la distancia afectiva y política entre el de Chamberí y la de Triana. Mala noticia para el PSOE, justo cuando la tendencia de Ciudadanos a subir en las encuestas y la de Podemos a bajar vuelven a meter en el partido a un PSOE que no levantaba cabeza desde hace tres años.

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