JosŽ Luis G—mez

Mariano va desnudo.

En el cuento del danés Hans Christian Andersen titulado El traje nuevo del emperador, solo un niño grita lo evidente al paso de su monarca sin ropa: el rey va desnudo. Todos los demás, incluido el propio rey, se habían creído el cuento de dos charlatanes que se hacían pasar por sastres de unos ropajes -realmente invisibles- que solo era posible verlos por aquellas personas que realmente fueran hijos de quienes todos creían que era su padre. Como nadie podía ver lo invisible, tampoco nadie quiso reconocer la afrenta que supondría aplicar la premisa de los pícaros que engañaron al rey. Salvo aquel niño sin prejuicios, cuya sinceridad le impedía aceptar como verdad una mentira repetida miles de veces.

Algo de esto le está sucediendo a Mariano Rajoy, que también va sin ropaje político y camino de que su foto envejezca como el retrato de Dorian Gray. Pero, lejos de aceptar que el presidente va medio desnudo, una parte de su partido, de la mano de algunos medios, se ha inventado que realmente lo que falla es la comunicación de la desnudez. Y en el hipotético cuento de El traje nuevo del PP no hay ningún niño. A lo sumo, una mujer, Esperanza Aguirre, que este fin de semana ha gritado: «No estamos ni mucho menos en el mejor momento».

El PP y su Gobierno pueden tener o no un problema de comunicación, pero lo que sí tienen es un problema de gestión: en el primer caso porque un juez sentenció que mueve dinero B y en el segundo porque, tras casi cuatro años al frente de España, hay más pobreza, mayor desigualdad, más paro, salarios más bajos, impuestos más altos… Es ahí donde está el problema del Gobierno y de Mariano Rajoy. No hay comunicación que valga para vestir tanta desnudez.

Si fuesen pocos los afectados por el paro, la desigualdad, la precariedad laboral, la devaluación salarial y la pérdida de derechos sociales, un sofisticado -y perverso- plan de comunicación tal vez podría manipular la realidad. Pero resulta que son muchos millones de ciudadanos los que sufren esos males. Por eso en este traje nuevo de España son también millones de ciudadanos -dicho sin segundas intenciones- los que amenazan con gritar con sus votos en la mano.

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