Antonio Casado

El ‘President’ ataca de nuevo.

Hace tiempo que el todavía presidente de la Generalitat, Artur Mas, y sus agendas yuxtapuestas salieron de los dominios de la política para entrar en los de la psiquiatría. Una mente seriamente averiada con tendencia a empeorar y un listo que se pasa de listo esperando que caigan la nueces.

El segundo responde al nombre de Oriol Junqueras, otro caudillo a la espera de que algún día se materialice el sueño de la frontera internacional en Fraga (provincia de Huesca, por si lo hemos olvidado).

Los catalanes no se merecen este zarandeo a ritmo de mentes maniaco-obsesivas. Ni el resto de los españoles tampoco, aunque no sé si los que nos dedicamos a este incierto oficio de comentar la actualidad política nacional también nos lo deberíamos hacer mirar. Me refiero a la facilidad con la que entramos al trapo de la última ocurrencia de quienes mueven la barca del segregacionismo a sabiendas de su falta de recorrido.

Para no incurrir en lo mismo que repruebo, entiéndase lo anterior como una forma de desdramatizar la nueva embestida Mas-Junqueras, que consiste en un plan orientado a declarar la independencia de Cataluña en el plazo de año y medio, siempre que sea mayoritaria la suma de sus partidos en las elecciones «plebiscitarias» del próximo 27 de septiembre (si Dios quiere).

Bueno, pues ya estamos todos corriendo detrás de la liebre que los susodichos acaban de soltar. Y si lo pongo de manifiesto es una forma de reconocer la inevitabilidad de tratar el asunto, a tiempo de contribuir a quitarle importancia.

En resumen, que estamos ante una nueva entrega de la patología nacionalista. Sin embargo creo que esta vez nos pilla más protegidos. Las entregas anteriores han generado defensas frente a una propuesta tan desafiante y tan disparatada como aquellas.

La reacción de la sociedad civil frente al aventurerismo separatista, la corrupción en el nicho fundacional del vigente nacionalismo (caso Pujol), la irrupción de Podemos (jacobinos donde los haya), etc, son otros elementos perfectamente mesurables que juegan a la contra de los planes de Mas.

De todos modos, ya son ganas de amargar las vidas ajenas con problemas artificiales. Como si los catalanes no tuvieran ya bastantes en su vida diaria, tan machada como la de los demás en función de sus dificultades para llegar a fin de mes y no en función de que vivan en Cataluña, en Murcia, La Rioja, Madrid o Castilla-La Mancha.

Así lo deben haber entendido las fuerzas políticas que se han descolgado de la nueva hoja de ruta de Mas. Seguramente están hartos de dar vueltas a sobre sí mismos con los inútiles resultados que están a la vista de todos.

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