Victoria Lafora

La debacle.

El partido de Rosa Díaz, UPyD, se desmorona. Si continúan los abandonos al ritmo de la última semana no hará falta un congreso extraordinario porque los fieles a su actual dirigente podrán reunirse en torno a una mesa camilla. Es tal el grado de descomposición que Díaz habla ya de traición de sus más afines y acusa directamente a Albert Rivera de estar atrayendo a los suyos con los cantos de sirena del poder. No menciona la ausencia de autocrítica ante los pésimos resultados en Andalucía, ni la purga previa de todos los dirigentes que osaron defender la necesidad de llegar a un acuerdo con Ciudadanos.

Fue, precisamente, su enrocamiento al rechazar cualquier acuerdo de listas lo que ha provocado este desastre de previsibles consecuencias. No quería Rosa la bicefalia en unas siglas que ha pilotado con mano de hierro y que considera su obra personal. Cuando Rivera fue a llamar a su puerta, la primera vez, se le miró por encima del hombro. La segunda vez fue recibido con un documento de cuarenta páginas en las que se detallaban las razones por las que el pacto era imposible. No hubo reunión, fue un portazo en toda regla.

En política nunca se debe desdeñar al contrincante. Ahora el líder de Ciudadanos es el flautista de Hamelin al que siguen los antaño candidatos de Rosa Díaz.

En un grado mucho menor, y a años luz de lo relatado, la fuerza emergente de Podemos pierde fuelle. No es lo mismo la romántica agrupación de diferentes movimientos ciudadanos hartos de la corrupción, de recortes y desahucios, donde las decisiones se tomaban de forma asamblearia, donde cada simpatizante era una voz y un voto, donde se soñaba que la cosa pública estaba al alcance de todos, que una formación tradicional, centralista y con un fuerte liderazgo. La pérdida de la horizontalidad ahonda el desengaño.

El cambio social que ha producido la crisis económica y la terrible desigualdad resultante de las políticas de recortes de estos cuatro años, ha llevado a la ciudadanía a una irrecuperable desconfianza hacia el poder político que no cumple los programas electorales y que solo se acuerda del votante cuando se acerca la fecha de la cita en las urnas. Incluso «los nuevos», como despectivamente llaman los del PP a Podemos y Ciudadanos, son analizados con un rigor desconocido hasta ahora.

Tal vez por eso Rivera y su ideólogo económico, Garicano, van desgranando semana a semana su programa económico con medidas concretas. Asustada por su inesperado crecimiento, la secretaria del PP, María Dolores de Cospedal, asegura de forma petulante que ellos no necesitan a nadie para que les haga su programa. ¿Para que quieren un experto si sus ofertas terminan convertidas en papel mojado?

La volatilidad en la intención de voto es, en este momento, destacadísima. Pero todavía queda tiempo para que alguno se disuelva por el camino.

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