A tenor de lo que escucho en este preludio de campaña electoral ya no sé si lo que vamos a votar es el alcalde, el presidente del gobierno o al emperador de ese Juego de Tronos, bitacora de poder, del pensmiento adolescente de Iglesias. Lo primero parece que no, porque es de eso de lo que menos se oye hablar. Y no digo ya de los candidatos, algunos de ellos tan ignotos que podían cambiarse de sigla sin que lo notáramos. Bueno, de hecho algunos lo están haciendo y da igual.
Las elecciones estás son municipales y autonómicas. O sea, que no va a ir la cosa de quien ira a la Moncloa sino al Ayuntamiento y en lo que estamos es en que se va a hacer en la ciudad o en la comunidad autónoma. Y no se presentan ni Rajoy, ni Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni Albert Rivera, ni Garzón, ni Rosa Díez siquiera. Pero parece que si, sobre todo en algunos casos y en algunos sitios, donde eso da tan igual que da lo mismo. Lo importante no es el fraile sino el hábito. Es la sigla, benedictino o franciscano, lo que se supone va a marcar el resultado. Vamos que quien vaya debajo es lo de menos, lo que importa son los ropajes que se ponga y la congregación que lo ampare. O sea, que el hábito hace al fraile.
Creía uno que estas elecciones eran las más cercanas y en las que la cercanía y personalidad de los aspirantes suponía un valor sino determinante si muy importante a la hora de votar. Y a lo mejor lo sigo creyendo. Pero todos me dicen que no, que eso ha cambiado y que nada importa tal cosa, que son otras las pulsiones y marejadas que se agitan en el hondo de los mares desde hace meses y que van a romper en olas furiosas contra las urnas dejándolo todo inundado.
Para demostrármelo me enseñan encuestas y más encuestas. Y desde luego habría que estar ciego y además no querer ver para no darse cuenta de que vienen corrimientos de tierra que van a dar con mucha almena y más de un castillo en tierra y que nuevas voces que resuenan en el foro van a ascender a los palacios. Pero me permitirán que tenga a los augurios, sean del Oráculo o de quienes predicen por el vuelo de las aves o el hígado del buey sacrificado el respeto merecido pero no la fe ciega, pues es sabido que los dioses hacen eso con quienes quieren perder. Y algunos pueden perderse, si no se han perdido ya y aún no lo saben, en el delirio de las encuestas y en la profecía del oráculo.