Este 27 de abril de 2015, escribe Pablo Molina en Libertad Digital una columna titulada ‘Qué implica el acuerdo nuclear con Irán’ en la que arranca diciendo:
El pasado 31 de marzo los seis poderes mundiales (los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania), liderados por la Casa Blanca, alcanzaron un acuerdo preliminar con la República Islámica en torno al programa atómico que viene desarrollando ésta desde hace más de treinta años.
Añade que:
Con una ingenuidad inaudita, la diplomacia estadounidense confía en que un acuerdo con Irán permitirá a la facción considerada moderada del régimen de los ayatolás, liderada por el expresidente Rafsanyaní, conquistar mayores cuotas de poder y hacer evolucionar el país hacia una democracia homologable con los usos occidentales y respetuosa con sus vecinos.
Y concluye que:
El levantamiento de las sanciones económicas permitirá a Teherán incrementar su apoyo a sus agentes en Oriente Medio, como Hezbolá en el Líbano, Hamás en Gaza, Bashar al Asad en Siria o los huzis en el Yemen. La posibilidad de que todas estas organizaciones terroristas y poderes locales estén amparados en el futuro inmediato por un paraguas nuclear está cada vez más cercana, gracias a unas negociaciones que, precisamente, se habían planteado para lograr todo lo contrario.