Un sector del notariado lleva años tratando de que el Estado, dueño de vidas, patrimonios y leyes, se cargue las leyes sobre la herencia. A esta propuesta, absolutamente filantrópica, claro, se ha unido El País, siempre atento a las causas de los desfavorecidos.
Las normas sucesorias en España son muy claras y sencillas. En mi opinión, de las mejores de Occidente, ya que conjugan la atención al cónyuge (usufructo viudal obligatorio), los hijos y el resto de la familia directa (dos tercios distribuidos en las legítimas y la mejora), con la libertad de testar (el tercio de libre disposición).
Son tan claras que la litigiosidad que en otros países llena páginas de periódicos y cuentas corrientes de abogados con litigios entre los herederos para anular los testamentos o reclamar bienes y derechos, en España es muy baja.
Por eso mismo, hay operadores jurídicos que quieren pillar cacho trasladando al derecho sucesorio nacional los principios del anglosajón, es decir, la libertad absoluta de testar (que en España sólo existe en Navarra y unos municipios alaveses). Para el que quiera conocer qué ocurre con ese derecho, le aconsjeo la lectura de un artículo de Augusto Assía sobre los testamentos de los británicos en Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo (Libos del Asteroide).
En unos pocos días, El País ha publicado un reportaje sobre la nueva jurisprudencia del Tribunal Supremo, que amplía el contenido de las causas de incapacidad enumeradas en el Código Civil, y un comentario editorial.
Hace poco más de medio año, El Mundo publicó una tribuna de un notario honorario (¿?) en que daba ideología a la supresión de las legítimas.
Es preciso recordar que cualquier limitación que afecte al contenido esencial de la propiedad, como es la facultad de disposición, está en contraposición con el valor de la libertad, que el hombre necesita para realizar su proyecto de vida, del que forma parte el destino de sus bienes para después de la muerte.
Las argumentaciones, las podéis suponer: las familias han cambiado; los hijos abandonan a los padres; se restringe la libertad del testador a ahcer lo que le dé la gana con su dinero (este argumento en boca de quienes piden aumentar los impuestos a la clase media me produce risas y arcadas a partes iguales); las normas son vetustas y desfasadas, porque vienen de los visigodos…
¿Quiénes ganarían con la ruptura del tradicional derecho sucesorio español?, ¿con los pleitos y los testamentos que benefician a los cuidadores o a las esposas (y esposos) cuarenta años más jóvenes que el finado? Aquí va la lista:
-Los abogados
-Los notarios
-Los procuradores
-Las residencias de ancianos
-Los médicos, enfermeros y cuidadores
-La Administración
Resulta que el Código Civil, ese tan carca, incapacita al sacerdote que administró los últimos sacramentos para suceder al testador.
Art. 752: No producirán efecto las disposiciones testamentarias que haga el testador durante su última enfermedad en favor del sacerdote que en ella le hubiese confesado, de los parientes del mismo dentro del cuarto grado, o de su iglesia, cabildo, comunidad o instituto.
Si para el Código Civil, este sacerdote es incapaz de heredar porque puede influir en la voluntad del testador, ¿no deberían serlo los cuidadores, ya enfermeros y médicos, ya funcionarios, ya notarios?
Y puesto que el Alzheimer y otras enfermedades seniles serán cada vez más frecuentes a medida que prosiga el envejecimiento de la población, ¿cómo se quiere conceder plena libertad a personas que, sin duda, tendrán la voluntad alterada?
Y pasemos a la razón que para mí impulsa esta campaña.
Hágase mi voluntad y perezca el mundo. Éste es, el principio que rige el comportamiento del Imperio Progre y de sus prefectos, sea el Barack Obama que impone los baños unisex para que los transexuales no se ofendan, sea el feminismo que exige la discriminación de los varones previo a su sacrificio.
Hillary Clinton, la candidata de los muy ricos (como demuestra el dineral ingresado por su marido, Bill, como conferenciante y por su fundación) ya ha dicho que pretende proseguir la política de Obama de someter las religiones a la voluntad del Poder, tan magnánimo que sabe lo que es justo y nos conviene.
Esta propuesta celtibérica y notarial, bendecida por el progresismo, de suprimir las legítimas es otra piedra en el cuello de la familia tradicional y, subrayo, de la libertad. No sólo contribuiría a debilitar los vínculos entre las generaciones y los padres, los abuelos, los hijos, los nietos, los primos… También aumentaría la dependencia de las gentes del Estado, ya que impediría la acumulación de patrimonio en muchas manos; iría a pocas o a muy pocas (insisto: notarios, abogados, filántropos y Estado).
Avanzaríamos así hacia la construcción del hombre nuevo de la globalización: sin raíces, sin pasado, sin bienes, sin propiedades, casi sin recuerdos… Sólo preparado para producir y consumir.
El mundo que quieren las Hillary Clintonlo describe así mi admirado Nicolás Gómez Dávila:
«Ideario del hombre moderno: comprar el mayor número de objetos; hacer el mayor número de viajes; copular el mayor número de veces.»
«Al repudiar los ritos, el hombre se reduce a animal que copula y come.»
¿Cuál sería para mí lo progresista en materia de herencias? Suprimir de una vez el Impuesto de Sucesiones. Que el Estado deje de empobrecernos. Pero eso, el empobrecimiento, es precisamente lo que busca el Poder.