Fernando Jauregui

Juego de cromos, que valen por tronos

Estamos en el momento de la especulación, de las zancadillas, algunos creen que también de los dossieres interesados lanzados como puñales contra alguien, a veces desde el bando amigo: precampaña electoral a la española, en suma. Todo son incertidumbres para el votante. Sobre todo, en lo referente a pactos. Y sobre este particular voy a tratar de resumir al lector casi todo lo que dicen, en ocasiones falsamente, que se está cociendo. Porque lo cierto es que hay cambios de cromos que se diseñan en el horizonte, y son cromos que valen por tronos autonómicos y municipales.

Hasta donde se me alcanza, los nervios están especialmente a flor de piel en Andalucía, donde comienza la semana próxima una sesión de investidura de la presidenta que podría contener algunas sorpresas: no, en concreto, esa especie, aventada quién sabe por quién, que consiste en asegurar que ya hay un pacto entre Susana Díaz y Podemos, y que la representante de esta última formación, Teresa Rodríguez, sería la vicepresidenta de la Junta, a cambio de permitir la investidura de la presidenta. Creo, de verdad (ya digo, hasta donde es posible tener certezas en este mundo, en el que una llamada de teléfono puede cambiarlo todo), que tal especie tiene poco de realidad: la ‘lideresa’ del PSOE andaluz tiene la suficiente perspicacia política como para saber que una alianza con la formación de Pablo Iglesias no sería lo mismo que la que tenía con Izquierda Unida. Podemos sigue suscitando recelos a derecha e izquierda, básicamente porque sus virajes a diestro y siniestro provocan no poca confusión en el ciudadano y también en lo que es esa clase política ‘instalada’.

Siempre sostuve que la ‘alianza’ más factible y creíble para facilitar la investidura de Díaz sería la abstención de los ‘populares’ en la segunda vuelta. Sin duda, ello no sería posible sino a cambio de algo, y ahí entramos ya en el trueque de cromos. Leí recientemente un agudo análisis que sospechaba que la tesis de ‘que sea alcalde el más votado’, propuesta hace meses por el PP y rechazada por los socialistas, acabará siendo asumida también por el PSOE, aunque sea de manera tácita y en principio solamente para las capitales andaluzas. ¿Será ese el cambio de cromos que algunos sospechan que ya se ha verbalizado? Ese intercambio permitiría asegurar la investidura de Díaz, y al PP, cuya estrategia andaluza vuelve a ser progresivamente manejada por Javier Arenas en detrimento del candidato Juan Manuel Moreno, le posibilitaría mantener alguna de las grandes ciudades ahora en riesgo para ellos, como por ejemplo Sevilla.

Lo cierto es que todo parece estar abierto, a tres semanas de unas elecciones en las que Rajoy y Pedro Sánchez se juegan mucho más que mantener o ampliar el actual poder territorial del partido. Son tres los frentes principales que, una vez cerrado (o casi) el ‘caso andaluz’ se vislumbran en el horizonte electoral del presidente del Gobierno y del PP y del secretario general del PSOE: si uno de los dos partidos perdiese el gobierno de Madrid y su Comunidad, de Valencia y su Comunidad y de Castilla-La Mancha, sospecho que su máximo líder estará perdido. Si, como resulta más factible, se reparten derrotas y victorias en estos cinco puntos, lo más probable es que tanto Rajoy como Sánchez se mantuviesen, más o menos holgadamente, en sus puestos y se enfrentasen entre sí en las elecciones generales de noviembre o diciembre. En ese caso, todos dan por seguro que tanto el presidente del Gobierno como el secretario general del PSOE se lanzarán a un indisimulado cortejo de Ciudadanos ya desde el 25 de mayo.

El partido de Albert Rivera ya ha anunciado que, en estos comicios del 24 de mayo al menos, no piensa pactar con nadie, y solamente gobernará en aquellos municipios donde obtenga la mayoría para hacerlo. Una posición inteligente, que deja a Rivera en la situación del máximo árbitro de la política española: aquel con quien pacte Ciudadanos llegará a La Moncloa. A menos, claro, que el cambio de cromos definitivo, el del gran acuerdo por el poder, se produzca, allá por finales de este año, entre ‘populares’ y socialistas, en un Gobierno de gran coalición que ni unos, ni otros, ni los de más allá, dicen ahora desear. ‘Ahora’, recalco, recordando aquella frase del cínico Romanones, que aseguraba que, en política, «cuando digo jamás, quiero decir hasta esta misma tarde». Y recordando también, parafraseando ahora a Churchill, por cierto otro gran cínico, que «la política hace extraños compañeros de cama». Lástima que nunca avisen con antelación al electorado con quién se va a acostar cada cual, para saber qué hijos saldrán de esos matrimonios de interés. En definitiva, estamos, diría yo, en un juego de cromos, de tronos y de truenos, aunque a veces parezcan trinos. Qué lío, que diría Rajoy, que está en el centro del enredo.

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