Esther Esteban

Sudoku y primavera caliente.

Dicen los que saben de demoscopia que esta va a ser una primavera caliente, electoralmente hablando, como preludio de un otoño ardiente, y también dicen que, por primera vez, desde hace muchísimos años, la campaña electoral está siendo fundamental para inclinar un voto cada día más fraccionado. Con la irrupción rápida pero no fugaz de Podemos y Ciudadanos que con toda seguridad inclinarán la balanza hacia la izquierda o la derecha, los candidatos del bipartidismo convencional buscan votos debajo de las piedras y hacen bien, porque hay una población joven que antes se quedaba en casa y ahora se implicará para que no ganen los de siempre.

Si se cumple lo que dicen las encuestas en ninguna de las de las principales ciudades del país: Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, y Bilbao los actuales gobernantes tienen posibilidades de mantenerse en el poder, salvo que se busquen aliados. Estamos en un escenario de tanta volatilidad, de incertidumbre y el porcentaje de indecisos es todavía tan alto que la única forma de inclinar el voto del desencanto hacia un lado o hacia otro esta en el tirón electoral de cada candidato. Han pasado los tiempos de las promesas huecas y la crisis ha desembocado en ciudadanos más exigentes que no están dispuestos a que el poder y el reparto del dinero se haga entre unos pocos mientras los demás miramos el espectáculo y eso esta muy bien.

El Mundo publicaba ayer una encuesta según la cual en Bilbao, feudo histórico del PNV, perdía la mayoría absoluta y lo mismo ocurría en Madrid, Valencia y Sevilla con el PP y Barcelona con CIU. Si esto se cumple se deberá tener mucha cintura política para sacar adelante los gobiernos y eso que para algunos es un auténtico Sudoku, un galimatías irresoluble, puede convertirse en una magnífica oportunidad para evitar las corrupciones que han emergido en todas las mayorías absolutas, fueran quien fueran sus gobernantes.

A partir del 25-M en los mas de ocho mil ayuntamientos de España habrá nuevos alcaldes que deberán asumir el mando con la mirada puesta ya no en las elecciones, sino en ofrecer soluciones y un futuro de esperanza a sus conciudadanos. En ese momento ya darán igual las controversias de la campaña o los navajazos correspondientes y todos deberían ponerse manos a la obra, pero conociendo este país y lo mucho que todos se miran a su pequeñísimo ombligo partidista lo más probable es que en el » Sudoku» veamos algún que otro sonado desencuentro.

Sea como sea y si lo de Andalucía sirve de ejemplo, las cosas ya no serán nunca como hasta ahora, y si en este país desde la Transición eran los partidos nacionalistas quien tenían la sartén por el mango en caso de no haber mayoría absoluta, ahora no serán las nuevas formaciones quiénes decidan y no se tratara de cuestiones identitarias, sino ideológicas. La pelea puede centrarse en el cumplimiento de los programas electorales de las formaciones que tengan la llave de la gobernabilidad y eso será un elemento de corrección importantísimo que de un baño de realidad y ponga a muchos en su sitio. Tener que pactar no es un problema, sino la solución si las partes quieren entenderse y eso al final puede convertirse en un elemento fundamental de regeneración democrática. Así pues bienvenido el pacto si al final es sinónimo de mejor gobierno.

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