Este 20 de mayo de 2015, escribe Pablo Molina en Libertad Digital una columna titulada ‘Las monjas mediáticas de Francisco’ en la que arranca diciendo:
Las dos monjas catalanas que han cambiado el cenobio por los platós de las televisiones de progreso han sido apercibidas de sanción y son duda para las próximas elecciones generales.
Añade que:
En los obispados a los que pertenecen Teresa Forcades, la monja que denunció la conjura de las farmacéuticas para forrarse a costa de nuestra salud, y Lucía Caram, admiradora de Mas, seguidora furibunda del Barça y musa del gran Jesús Cintora, les han sugerido que reduzcan su exposición mediática para poder compatibilizar el ajetreo televisivo con su vida monástica.
Y concluye que:
Si el Papa actúa así, ¿con qué autoridad van los pobres obispos catalanes a meter en cintura a esas dos religiosas descontroladas? Eso en el caso de que crean sinceramente que este perroflautaje monjil resulta intolerable, algo que, según anda la curia catalana, todavía está por ver.