Este 29 de mayo de 2015, escribe Ignacio Camacho en ABC una columna titulada ‘Xenofobia’ en la que arranca diciendo:
Florentino Pérez podrá ser un presidente errático con los entrenadores y caprichoso con los fichajes pero acertó de pleno al alejar del Bernabéu una final de Copa que el nacionalismo más troglodita quiere convertir en un grosero aquelarre contra el Rey y el himno de España. Es decir, contra los símbolos de la nación que tiene en Madrid la capital de su Estado.
Añade que:
Con la honesta y algo tímida excepción de Iñigo Urkullu, ni de los dirigentes del Athletic o del Barça, entidades de gran raigambre social, ni de los representantes autonómicos del País Vasco o Cataluña ha salido un reproche tajante a la prevista pitada; más bien le han dado su pasiva comprensión o le han restado importancia. No es muy difícil imaginar su reacción si sus emblemas regionales sufriesen un ultraje masivo, orquestado y consentido, en la capital de España.
Y concluye que:
No es parte de la festiva liturgia futbolera. En cualquier caso, pero más aún en el contexto del debate secesionista, se trataría de un gesto de animadversión grupal, de antagonismo colectivo, de beligerancia excluyente. Con todos los rasgos de un claro acto de xenofobia.