Este 5 de junio de 2015, escribe Ignacio Camacho en ABC una columna titulada ‘Ballotage’ en la que arranca diciendo:
Este cambalache de los pactos, este cabildeo de reuniones, este secreteo de consultas, este tira y afloja de intrigas, exigencias y regateos, se acabaría con algo tan sencillo como el ballotage. La segunda vuelta electoral entre los dos candidatos más votados para refrendar los pactos en las urnas y evitar el conciliábulo mercantil de los despachos.
Añade que:
Los alcaldes se pueden y se deben elegir directamente por el pueblo, y para ello hay dos formas esenciales: proclamar al cabeza de la primera candidatura o ir a una segunda votación entre los dos mejor colocados. Hasta ahora el PP se inclinaba por la primera modalidad porque al no existir otra fuerza en el segmento de centro-derecha quedaba obligado en todo caso a obtener mayoría absoluta con el actual sistema. Eso dificultaba el consenso.
Y concluye que:
A los políticos les gusta en el fondo el ambiente del toma y daca de salones, el alcahueteo de chalanes que les hace sentirse ajedrecistas expertos. Y los próximos alcaldes, dentro de cuatro años, volverán a depender de las permutas más o menos confesables del mercado negro.