Este 12 de junio de 2015, escribe Emilio Campmany en Libertad Digital una columna titulada ‘El escóndite inglés’ en la que arranca diciendo:
Me da en la nariz que el niño que Mariano Rajoy seguro que fue, en su Pontevedra natal, se hinchó a jugar al escondite inglés. Consiste este juego un poco cursi en que todos se colocan a una distancia determinada de la pared salvo el que se la queda, que de cara a ella cuenta hasta tres y añade «al escondite inglés», dicho lo cual se vuelve y a quien pille moviéndose le obliga a volver al punto de partida.
Añade que:
Al fin, la tormenta ha pasado y el presidente de Gobierno ha comprobado con alivio que quizá pueda hacer lo que toda su vida ha hecho y le ha ido tan bien, no hacer nada, salvo lo inevitable por los ministros que se irán a disfrutar los chollos que él mismo les ha conseguido. Un, dos, tres, al escondite inglés.
Y concluye que:
Si tiene suerte y los demás siguen trompicándose del modo que lo están haciendo, a lo mejor consigue el retorno de suficientes votantes del PP que un día se fueron decepcionados para unirlos a los recalcitrantes y ganar las elecciones con lo justo para continuar siendo presidente del Gobierno. Un, dos, tres, al escondite inglés.