Este 19 de junio de 2015, escribe Emilio Campmany en Libertad Digital una columna titulada ‘Más torpe que don Calogero’ en la que arranca diciendo:
Si a Mariano Rajoy se le ofreciera la ocasión de entrevistarse con el príncipe de Salina debajo de una higuera, en el jardín de Donnafugata, saboreando una caponata, una pasta incassata, un vino blanco y unos cannoli de postre, seguro que la aprovecharía para poner en tela de juicio la filosofía política del aristócrata.
Añade que:
Es verdad que lo que necesita el PP no es maquillaje, sino obuses de 155 milímetros, pero al menos podría tener la picardía de simular que cambia algo. No hay nada que hacer. Tiene la sutileza política de un rey vikingo y el arrojo de Darío III en Gaugamela, así que nada se puede esperar.
Y concluye que:
Si el príncipe de Salina pudiera verlo, pensaría que al menos éste no carece de la facultad de engañarse a sí mismo, ese requisito esencial para quien quiera guiar a los demás.
