Escribe este 15 de julio de 2015 Raúl del Pozo una columna de opinión en El Mundo titulada ‘La orquesta roja desafina‘ que arranca así:
Pablo Iglesias confiesa que le tiene atrapado La orquesta roja de Gilles Perrault. El libro narra la aventura de los espías soviéticos que causaron estragos en las filas nazis y fueron decisivos en la derrota de Alemania. La orquesta estaba dirigida por un judío polaco, Léopold Trepper, del que dijo el almirante Canaris: «Él solo ganó la guerra. Su actuación costó más de 300.000 muertos a Alemania». La banda de espías desmanteló la estrategia nazi en la batalla de Stalingrado y dio a Moscú la fecha exacta del ataque de Alemania, aunque Stalin no creyó los informes secretos.
Continúa:
¿Hay en Pablo Iglesias un recelo anticomunista?, le pregunto a un dirigente de Podemos. «Niet», contesta irónicamente. «Los partidos del Régimen -añade- son los que jalean ahora la estrategia de IU. Nosotros hemos venido a ganar. No vamos a ser la muletilla del PSOE, como fue el PCE. Los del manifiesto no saben lo que han firmado ni a quién sirven». Pero los viejos trompetistas de IU se quejan amargamente: «Pablo Iglesias nos insulta con mucha facilidad. Tiene grabada en piedra su hoja de ruta, que consiste en despreciarnos. No sabe o no quiere saber que juntos podríamos ganar».
Dicen que el dirigente de Podemos ha llegado a creerse que es el único que tiene la partitura del momento español en la cabeza. Ha rechazado las propuestas de IU como notas superfluas, humillando a los que fueron pioneros de la Democracia y olvidando que, como los curas, aún conservan iglesias en todo el país.
Finaliza:
Los antiguos decían que el orador debe tener la sutileza de los dialécticos, la dicción de los poetas, los gestos de los cómicos; todas esas cualidades las ven en él y recuerdan que, a pesar de la propaganda enemiga, Pablo Iglesias es uno de los políticos mejor valorados, engancha y es buen comunicador.
Será verdad, pero el príncipe azul de Vallecas, seguidor del Lenin italiano Gramsci, ha incurrido, según sus primeros disidentes, en los viejos vicios de la casa: el dogmatismo, el fraccionamiento infantil y el culto a la personalidad. Pero ya está cerrada la Lubianka.