Ignacio Camacho escribe una columna en el ABC titulada ‘La nube tóxica’ este lunes 27 de julio que comienza así:
DE todos los errores que haya cometido el PP, es la corrupción el que más le perjudica, el que más fuerte golpea sus expectativas electorales. El doble rasero que domina la opinión pública española ha permitido al PSOE salir casi indemne -en Andalucía indemne del todo- del escándalo de los ERE, el de mayor escala de todos los conocidos, pero envuelve al partido del centroderecha con el halo de una organización corrupta hasta los tuétanos y además permisiva con el agio. La torpeza con que manejó el caso Bárcenas tiene mucho que ver en esta imagen degradada.
Continúa:
En septiembre tendrán que enfrentarse además a un muy probable incremento de esta presión como consecuencia de la pérdida del poder en ayuntamientos y autonomías. Por mucho que hayan funcionado las trituradoras de papel, de los cajones y los discos duros de las oficinas recién abandonadas por el PP va a salir una batería de denuncias que, con razón o sin ella -eso lo decidirán los jueces, que van a otro ritmo- la izquierda lanzará a modo de fétidas bombas de destrucción masiva. El objetivo es el de sembrar el debate preelectoral de acusaciones que impidan al PP salir de su nube tóxica y lo lleven envuelto en contaminación hasta las urnas.
Finaliza:
La única posibilidad de defenderse de esta clase de ondas expansivas consiste en una respuesta rápida y tajante que todavía no se ha producido, pero aun y así le va a costar al Gobierno zafarse de esta incómoda impedimenta que le obligará a disputar la carrera de las elecciones con un brazo atado. A base de auditorías exprés, la izquierda busca más Púnicas bajo las alfombras de las instituciones: munición para bombardear al enemigo, devastar el terreno e impedirle el avance. La principal amenaza de esta especie de autorreconstrucción emprendida por el marianismo son los escombros de su pasado inmediato.
